Si el señor Samuel Agirre levantara la cabeza, que lo hace, a veces la levanta…, si la levantara de una vez y para siempre, quiero decir, desde el día que él espera, ilusionado, y hasta la omega de su vida, tendría el afamado cronista muy serias y fundamentadas razones para denunciarme en el Colegio de escritores acusándome de plagio por, a la hora yo de titular este artículo, calcar el nombre con el que él encabezó una de sus gloriosas crónicas escritas en aquel trienio mágico que imperó en La Florida gracias a la mano firme y prodigiosa del “Comandante” Luis de la Fuente. Estaría, y está, legitimado para arrastrarme por el badajo hasta los tribunales…, pero siendo, como es, sumamente bondadoso y comprensible, y, sobre todo, buen amigo, transigirá, mirará hacia otro sitio, o sea, hará la vista gorda: ¡que buen tipo es el viejo Samuel!…

Luego del soberbio juego desplegado sobre el verde de Artunduaga, en Basauri y frente al Athletic C, (el, eufemísticamente, llamado “Basconia”), y, paradójicamente, nefasto partido, tentado estuve de escribir unas pocas líneas para ensalzar la exquisita calidad mostrada por los futbolistas de oro y hulla a la hora de manejar la pelota…y reprochar a los que dieron el último pase y al rematador final su falta de precisión y su nula puntería, respectivamente. El equipo hizo, casi, lo que yo le pedía finalizado el partido frente al Aurrera de Vitoria: dando inicio Macías al ataque con el interior de su pie derecho, pasar el esférico por las botas de los diez jugadores restantes a base de conducciones cortas, desmarques de apoyo y de ruptura, paredes, regates, desbordes, centros, remates, disparos…Todo de lujo…menos el centro preciso, el remate mortal, el disparo inalcanzable para el guardameta. Futbol de muchos kilates. Pero, ay, a la hora de la suerte decisiva (la que en verdad cuenta porque es la única que queda reflejada en el marcador), he aquí que, sin ser conscientes de su pesado yugo, los hombres que por nosotros pelean y disfrutan sobre la hierba, si de cabeza remataban, lo hacían con un collarín rodeando su cuello; y si con el pie, de plomo eran las espinilleras y de madera las tobilleras. Con tan pesado lastre, los chavales del deshonesto (y no hablo de oídas) Agirreoa, agazapados en su guarida, no tuvieron sino que aprovechar un despiste defensivo en la estrategia y culminar dos contraataques cuando el equipo jarrillero se había lanzado al ataque quemando todas sus naves…

Y ya que hablamos de naves, digamos el nombre del capitán, y no porque luciera brazalete en su bíceps, sino porque izó las velas de la nao portugaluja y sopló al modo que lo hacen los titanes de la mitología. Qué partidazo ofreció a mis ojos “Mac Arthur”, el de Zorrotza. Lo hizo todo…y  todo lo hizo bien. Quiso en todo momento el balón; y lo manejó a su antojo: condujo, pisó; reanudó la carrera, amagó, fintó, dribló. Sin olvidarse un momento de sus compañeros, en los que siempre encontraba apoyo. Mas, asumiendo su rol de gigante, se echaba a veces el equipo a sus espaldas y allá que se iba Javi González con todo su descaro, encarando a todo chaval que le salía al paso: ora burlándole con un regate; ora superando en velocidad a muchachos que, por edad, podrían ser sus hijos. Se lo dije en persona hace unas fechas, No nos dejes, Javitxu, sigue con nosotros, al menos, la próxima temporada. Pues mendigo soy de su fútbol de fantasía. El que nos obsequia este hombre que nunca tiene un mal gesto con el rival. Cerca está de ingresar en el club de los 40, pero, viendo su envidiable cuerpo y las cosas que con la pelota hace, diríase que o le ha robado los derechos de imagen a Peter Pan o ha cometido la osadía de venderle su alma al diablo…

Predicó el Portu en Artundaga. Y bien que predicó. En noventa minutos más, me atrevo a decir, que lo que Jesús de Nazaret en los tres últimos años de su vida… Bienaventuranzas, sermones, parábolas, el mandamiento nuevo e, incluso, amarás a tu enemigo…¿en qué se queda todo eso comparado con el impecable discurso de los gualdinegros? Pero, amigos, los refranes se construyeron para algo, y ya se dice que no es lo mismo predicar que dar trigo; así como cosas diferentes son obras y amores comparadas con las buenas razones. Predicó el Portu, y razonó con las botas. Pero como del predicamento no se alimenta el casillero de los puntos, ni con la sola razón se ascienden puestos en la clasificación, los de Luaces pincharon en hueso, dieron la de arena. De trigo se alimentan los equipos, y de obras, o sea de amores: ¡el balón necesita besar la red, al menos, en dos ocasiones por partido! Bestela, jai dugu…

Se dice, y es la verdad más grande del fútbol, que este juego tan hermoso, por curativo, te ofrece al de siete días la oportunidad de reivindicarte: se desquitan los jugadores a la vez que lo hace el entrenador, y con ellos todos y todas nosotras, afición que jamás dejará de la mano a este equipo que desde el Cielo Murua sigue apoyando vendiendo la rifa del campo a seres alados y desde el Parnaso Marrodán sigue alentando con sus versos sencillos cuando aluden a su Portu del alma. Y así es que llegó el domingo, 6 de febrero, más que nada por inercia, los días son imparables porque no ha llegado la hora de que al sabio le hayan dado un punto de apoyo para levantar la tierra e impedir, por fin, que siga dando vueltas alrededor del sol como peonza zumbadora. Sunday, pues, el día del sol. Magnífica entrada en La Florida a pesar de la mala marcha del equipo: es el sol, sin duda, que, así como aflora caracoles y lagartijas, despierta a tiempo, y anima, a aquellos que se hacían los remolones en sus camas…

“Demasiada historia para rendirse”, título fallido del periodista Julio Flor para encabezar un reportaje que jamás se publicó, así como el artículo de un tal “Luis” que su trabajo contenía. Eran otros tiempos. Cuando La Florida florida era sólo en los aledaños del estadio: de tierra, barro, arena…con zonas verdes para justificar que lo nuestro era un rectángulo de juego. Qué suerte tenéis, Alberto, Otiñano, Goiria, Clausí y compañía. Si este que escribe, junto a sus compañeros, hubiera gozado del verde por el que corréis, otro gallo habría cantado a aquellos onces en los que yo siempre tenía un número reservado en el centro del campo. De recuerdos no se vive, sin embargo (¿o sí?) El presente se presenta (qué acertada redundancia) rabioso. El Portu, al desquite, a reivindicarse, a darle, como se dice, una alegría a su afición, que, según se me informa (llegué con el partido recién iniciado) ha recibido a sus jugadores con una ligera, sonora, fuerte, moderada, unánime, en fin, con una pita que no puedo adjetivar ya que yo no la oí. Justa, en todo caso, porque la grada espera que de jugadores virtuosos se derive no sólo la predicación y las razones de un fútbol brillante, sino, fundamentalmente, las obras, los amores, en fin, el trigo, que no es sino el gol que nos haga, peldaño a peldaño, ir subiendo por la escalera de Jacob, aquella bíblica que conducía al Cielo, para, junto a Xabier Morua, celebrar el segundo a ascenso a la Segunda cantando felices: “¿La manguera, dónde está?…¿Dónde está la escalera?…

¡Lánzanos una, Xabier, que la necesitamos!…

Frente al Leioa, equipo aguerrido, de juego automatizado pero en nada brillante, el orfeón jarrillero cantó sin mucho brío, como si reservara sus gargantas para conciertos mayores. Seriedad defensiva (de la que careció frente al Basconia) y una pegada brutal(de mantequilla nuestros puños en Artunduaga)  nos sirvieron para despachar a los del radiofónico Movilla. Tres goles les encajamos, tres, y todos de muy bella factura. Alberto, a los cinco minutos, de un trallazo al que siguió el cohete de rigor, encendió el uno en el luminoso….Y entonces, luego de un corto espacio de tiempo, apareció Imanol Extabe portando en su mano la llave de plata que le había arrebatado a Randolf Carther, ese protagonista de aquella fantasiosa novela del terrorífico escritor estadounidense Howard Philips Lovecraft. Si en Artunduaga se sirvió de una escopeta de feria, en La Florida le pidió al utillero revolver nacarado y balas de plata. Y acertó. A los 17, luego de una preciosa pared con Alberto, Pinilla, un central, ganó la línea de fondo para, sobre la raya, centrar, ¡con su pierna izquierda!, templado y preciso al primer palo, donde, majestuoso, se erigió Imanol Etxabe para “testaficar” el solitario delantero ( 1-4-5-1 fue el “Sistema” que dibujó en el césped Javi Luaces)  el dos a cero que abría brecha.  A fin de que los de la margen derecha se fueran zurraditos y mansos a su vestuario, Etxabe volvió a cabecear un centro de Eriz Goria. Lo que son las cosas, otro defensa, que a pierna cambiada juega, también al rescate…

En la segunda mitad, pudo el Portu redondear una severa goleada, pero no anduvo fino en el remate final. Y ahora, el dilema, la controversia, la polémica: ¿predicar o dar trigo? ¿buenas razones u obras y amores? En fin, ¿fútbol del bueno o  goles siempre buenos? Yo, conociendo el percal, quiero, deseo, pido, e, incluso exijo a este equipo nuestro que, de aquí hasta el final de la liga, se pasee por los campos de manera majestuosa, y goleando. Al final de la partida, levantaremos la vista al cielo y veremos si el azul se nos abre ofreciéndonos trigo o seguimos apegados a esta tierra hostil, manido valle de lágrimas. Si a lo primero aspiramos, la llave de plata con la que Etxabe abrió por dos veces la portería de Oscar Martín deberá estar a buen recaudo, en cofre de lujo, hasta el próximo partido que nos ha de medir al Amurrio en tierras de Aiala. Y como amuleto, colgada del cuello de los llamados a golear, lanzar destellos a la afición jarillera que, yo entre ella, se desplazará a Basarte, buena plaza, larga, ancha, de suelo mullido pues bonita y frondosa es la hierba del terreno de juego.

Hoy, martes, diez y media de la mañana, reparo en la doble hoja amarilla que se reparte a la entrada del campo; números bajísimos en la tabla de goleadores: Clausí (un extremo) 5; Aguiar (un defensa), 4; Etxabe, 4, Carreño, 3, Gondra, 3, Salcedo, 2. La supuesta artillería del equipo, esos  cuatro cromos con los que se hizo el mister  luego de desprenderse  de aquellos tan difíciles que nos hicieron subcampeones, léase: Zarate, Zarandona, Aimar Cid e Igarki, entre todos los delanteros, decía, la pobrísima cifra de 12 goles cuando la segunda vuelta está en plena ebullición. Con sus dos testarazos del domingo, Imanol Etxabe, con seis goles, toma la antorcha que, a relevos, deben portar, sobre todo, los que como arietes fueron llamados para derribar la puerta de la ciudad amurallada del enemigo. Y cuando ésta sea  espacio vacío, saldrán ellos, sus compañeros, del caballo de Troya. Y ya con los pies en el suelo, cuerpo a cuerpo, se librará la  batalla de cada fin de semana, de la que deberán salir ganadores los virtuosos. Siempre y cuando, luego de sacarle brillo entre semana, Javi Luaces, recogida de manos del utillero, haga colgar del cuello del “Elegido” esa llave de plata que a Randolph Carther le permitía colarse en ese mundo onírico en el que nosotros nos sumergimos cada vez que el balón besa la red de la portería de nuestros rivales, los bien llamados enemigos.

Luis María Pérez, “Luis”, jugador, en su día, del Club Portugalete.