LA LEY CASTIGA AL VIRTUOSO

Acaba la copa. Continúa la perplejidad, la  leyenda,  el mito, el  pasmo, la gloria… De cómo ganar sin golear; de cómo perder sin que te encajen ni un solo gol. ¿Amañó, entonces, el trencilla el acta arbitral redactando sucesos que no acontecieron, o que tuvieron lugar cuando, en un espacio de un par de minutos, se nos fue la luz de la conciencia?…La explicación es tan sencilla como dolorosa, por absurda e injusta: esa ley que, en una ataque de lucidez, le dio a un preboste de la Fifa con el fin de -para deshacer igualadas en partidos eliminatorios de ida y vuelta-  terminar con la ridícula, infantil y callejera crueldad de la moneda al aire, la mal llamada “lotería de los penaltis” y el siempre engorroso tercer partido en una cancha neutral. En tiempos de crisis y ahorro, hasta la palabra resulte derroche. Por ello, sabiendo que así contentaré a esos internautas que consideran la lectura como un deporte de riesgo, intentaré, ya de entrada, hacer un ejercicio de concisión que resultará reduccionista para los que no comulgan con mis preferencias, pero que nunca podrá ser tachado de falso ni mentiroso. Manejo el dato de más de mil palabras que me regaló una imagen. Miro a través del mismo cristal que miraron todos. Arrimo, en fin, el ascua a mi sardina. Barro para casa, que es aquí donde se quiere leer que…

…El Portu tuvo la última palabra para llevarse el gato al agua. En realidad, la tuvo Ramírez Domínguez, colegiado contrastado y por ello peligroso para los intereses del menos fuerte, que no del más débil. Pero cuando tenía que haberse hecho entender con su silbato, tragó saliva y se atragantó. Enmudeció. Porque, entre ser esclavo de sus palabras y dueño de su silencio, se ausentó, se fue por los cerros de Úbeda a pelar la pava con su mora del alma. Mientras, a falta de árbitro, buena fue la torta. Me refiero a ese balón que  la defensa portugaluja, desde la lejanía de los dominios de Macías, puso en el corazón del área cuando el partido agonizaba como río en el estuario a la espera de fundirse en el mar de los octavos de final. Ustari, arquero argentino de milicias en Getafe, lo vio venir, y, cuando sobrevolaba sus dominios, se elevó en salto, tomó altura. Es cierto que llegó a contactar con el cuero, pero más verdad es que, siendo consciente de que debía librarse de todo mal, puso tanto ardor como vehemencia en su empeño. De tal forma que, penalizado por la ley de la gravedad, su acción se tradujo en un “salto sobre un contrario” (penalti, según el reglamento) al que violentó, arrolló y derribó dejándole en el suelo hecho unos zorros. El tiempo se detuvo. Llegó la inacción. Tan sólo los ojos mirando al colegiado: los azulones, inocentes; los de oro y azabache, justicieros. Si a Ramírez no le hubiera vencido la pereza de, por vida, dar tantas explicaciones en la “Corte del poderoso”, si hubiera sido fiel al espíritu de ese “reglamento” que tanto veneran; o tan sólo honrado, juez honesto que aplica la ley  que los legisladores redactaron, a estas horas el Portu estaría entre los 16 mejores equipos de la Copa ; en octavos de final, a la espera de que el vientre embarazado del sorteo diera a luz otra corta pero apasionante vida que disfrutar, así en La Florida como en el Cam Nou. Escrito estaría. Como escrito estaba (teniendo en cuenta que estos pájaros negros pían de memoria) que el Getafe no saldría dañado, y sí el Portu perjudicado. Y es que en Madrid ni perdonan ni olvidan; sólo saben de venganza el as, marca, la ser, intereconomía, la primera, teledeporte, antena tres y telecinco ( o ensayo sobre la basura reciclada), cuatro, la sexta, etcétera y la madre que los parió. ¿Para que molestar al Getafe si el Portu está como loco de alegría y acabará dándome la mano? Y así fue que, lo que en medio campo habría supuesto falta directa, dentro del área  se quedó en agua de borrajas que en jarrilla nos bebimos como si fuera el cava con el que celebrar, por segunda vez en quince días, “el empate de la victoria”. Aún así, con el 1-1 en el global de la eliminatoria, el paso adelante lo tendríamos que haber dado nosotros si la justicia fuera justa y se dedicara a premiar la hazaña del débil y no el sonrojo del poderoso…

Por razones inconfesables y difíciles de entender, no me desplacé al sur de Madrid, y eso que tenía buenos compañeros de viaje, como Oscar “el del 3” , su esposa y la hija de ambos, Aintzane, chiquilla en cuyo corazón discuten la pasión del padre y la dulzura de la madre: cuando se hace la paz en sus entrañas, corre mansa por las venas su sangre jarrillera. Si en casa habría de ser, busqué en ello el lado bueno. Mi equipo, en directo. En “Gol televisión”. Escuchar “Portugalete”: el orgullo de haber nacido en la Villa. Y Luaces entrevistado a pie de campo, mientras, al fondo, su equipo calienta. Pita el árbitro, empieza a rodar el balón…y a dispararse los latidos de mi corazón inquieto, nervioso, excitado, miedoso, por qué ocultarlo. Pánico: ver a mi equipo frente a un grandullón que pretende hacerle daño, me da un respeto imponente, pero me llena de tanta ilusión como la noche de Reyes a los niños “magos”. En la quiniela, un triple: nos pueden hacer un roto, podemos salir airosos e, incluso, hay quien hace alusión a la campanada. Me quedo en medio, donde habita nuestra virtud que tenemos que exhibir en el Coliseum…

La primera mitad fue una delicia; canela en rama, oro molido. Igual que en La Florida , pero todo más pausado, lento, “4-5- 1” , Gondra, otra vez ejerce de enlace sindical entre la fábrica del centro del campo y el trabajo autónomo de Etxabe, que sueña con doblegar a la fiera sobre la arena de ese circo del sur de Madrid que llaman “Coliseum”. Y como los sueños a veces se hacen realidad, el cuento del partido puso en la punta de la  bota de Imanol el balón con el que a bocajarro debería haber goleado a un portero entregado a su fatal destino. Sucedió tan pronto, que habría marcado quizás el devenir del encuentro. Al Getafe, su empeño y su talento sólo le dieron para una ocasión y media, Al larguero, con el guante de Urko tapando todo resquicio; y rozando el palo el remate del “guaje” Colunga. Llevaban ya minutos los futbolistas en el campo cuando conté, y llegué hasta 6 jugadores que repetían con respecto al partido de ida. Pinilla, Goiria, Clausí, Gondra y Etxabe debutaban en la eliminatoria. El gran ausente: Javi González. Ni entonces ni ahora, como si la tierra se lo hubiera tragado. Para satisfacer mi curiosidad, me pongo al habla con uno de los enviados a la grada, que me dice, dejándome perplejo, que “se trata, al parecer, de un gesto altruista del de Zorrotza queriendo regalar su espacio y su tiempo a los compañeros”. Demasiado extravagante para resultar creíble. “Mac Arthur es un guerrero, y un coliseo era su escenario ideal. Lo cortés de su hipotético gesto no tendría que haber evitado la valiente presencia de ninguno de sus compañeros. Que hable él. En todo caso, vería el partido que yo vi: un Portu fiel a su ideario de tratar la pelota como si a sí mismo se trataran, con mimo, y sólo renegar de él cuando se siente el aliento del rival, llamarada, fuego, quema el cuero como si fuera un clavo ardiendo. Lo arrojan. Y cuando el hierro se templa, recuperan la posesión. Habría ayudado, en empresa tan noble, más allá de la experiencia de Javi González, el temple de “Avidal” para dar salida al esférico con criterio y elegancia, y que los laterales de la zaga que habría comandado hubieran estado. Las cosas, en su sitio, o sea,  Goria, en la derecha con derecho a esa “pernada” de acostar su cuerpo tan largo como la banda. Y a falta de un zurdo nato, el central Bergara a modo de tapón hundiendo sus pies en el lateral izquierdo de la defensa, como “espantapájaros” en lo más preciado de la huerta jarrillera. Por lo demás, “todo en orden, mi  comandante  Luaces”, que causa baja luego de haber caído herido en la “Batalla de las Encartaciones”. Con él en la grada y sí en el banquillo… ¡Qué más da!…si este equipo juega de memoria, y si sufre un lapsus, ahí está el apuntador Roberto Estepar con galones de entrenador titulado para  dar el chivatazo. Alcanzar el  descanso con la portería inmaculada: una necesidad imperiosa para mí; para otros, una proeza. Se trata de empezar el segundo acto con la moral intacta a fin de intentar minar la de un anfitrión de alta alcurnia. Que sabe, porque no es tonto e interpreta de maravilla el abucheo de su triste afición, que si el marcador no se mueve, el serio peligro que corre de ser apeado es directamente proporcional al número de vueltas que en el cronómetro del árbitro da la aguja pequeña del minutero. Todo es “Parejo”, como uno de los cambios que ha hecho Michel de salida. Con la ayuda de Sardinero, nuestra bestia particular, se pretende meter miedo en nuestras filas con fantasmas del pasado. El tiempo pasa en balde, pero nunca pasa en vano. Y es así que llega un momento en el que la balanza, por motivos que sólo tienen que ver con las leyes naturales relativas al poderío físico, se deja vencer hacia el lado azulón. Están ellos en el Coliseum, escenario de sus sueños imperiales donde sólo cabe la máxima de los atletas romanos: “más alto, más rápido, más fuerte”, lo que se traduce en ritmo e intensidad difícilmente soportables para un equipo que no sea el Portugalete. Orgullo jarrillero. Aquí nadie baja los brazos, ni entrega la cuchara. Si se muere, que sea comiendo, golosos, la tarta del partido. Muy mal lo tiene que estar pasando el Getafe cuando Michel, en un gesto supersticioso, ordena a sus jugadores que toquen madera: una, dos, tres veces (dos en el poste y una en el travesaño) para que la suerte no les sea esquiva y el destino no les traicione. Y la superchería les funciona…

Cuando ya estaba casi todo terminado, el Portu, como todo preso condenado a la extinción, tuvo la última voluntad. Lo ya narrado: el balón al área, la salida premeditadamente alocada de Ustari sabiéndose impune…y el jugador gualdinegro desbaratado en la hierba como un ciclista arrollado por un tren que se pasó de frenada.  Como anteriormente se dijo, el tiempo se detuvo, y el ser humano enmudeció . Y le llegó su hora a Dios, que, contrariando el mensaje que su hijo trajo a la Tierra , se portó como una divinidad menor al aliarse con el rico y poderoso en perjuicio del pobre, del manso y del humilde. Lo que en el centro del campo el “referí” habría cobrado falta directa, dentro del área del Getafe quedó impune. Ramírez Domínguez, astuto como el que más; árbitro que sabe que su silencio no despertará a la fiera del Imperio, y que no encontrará eco en un presidente educado y satisfecho, en un entrenador orgulloso, en una eufórica afición…y en un equipo que flotaba en una nube. Minutos después, a través del móvil, “el del 3” y yo intercambiamos nuestros puntos de vista: él me trasladó la emoción de ver tan de cerca  a los gladiadores jarrilleros sobre la arena del Coliseum, y  yo, aunque temblando de miedo, el orgullo de merecer -luego de 101 años de vida- la atención televisiva en horario de “Prime Time” con su indumentaria de gala: séame lícito el sueño de creer que era yo uno de los once que corrían. Etxabe; la imagen del buen gusto, el poderío físico del fuerte, el tocar madera del supersticioso, la prevaricación de un juez sibilino. Pero, sobre todo, lo que en última y primera instancia inclinó la balanza: premiar el gol en campo ajeno del poderoso, a pesar de no haber superado en juego a su rival, y no la virtud del Portugalete, que fue capaz, desde la distancia de tres divisiones, de ser, al menos, tan meritorio como su rival, el Getafe. ¿Por qué el que inventó la fórmula para deshacer igualadas coperas no contempló premiar al equipo de inferior categoría que fuera capaz de soportar el ímpetu del casi todopoderoso?…

El que avisa no es traidor. Lo digo muy claro: como encuentre al culpable de aquel desastre (el que concedió más valor al “gol en campo ajeno”) ¡lo va a lamentar!

P.D. La noche de “mucho” fue la víspera de la “nada” en los periódicos que a la mañana siguiente compré. Correo, Mundo Deportivo y Cantera Deportiva menosprecian a un equipo centenario al no gastarse cuatro euros para mandar un plumilla a Madrid; al escribir la crónica desde el sillón de su casa. Y eso, si es que vieron el partido, que tienen los textos toda la pinta de haber sido escritos horas antes del inicio del choque intuyendo que el Portu sería capaz de hacer lo que hizo. Al Deia, decirle que cumplió al convertir a una de sus reporteras en  “enviada especial”. Pero lo cortés del cumplimiento no quita lo valiente de afear que no estuviera atenta a la hora de las tarjetas. Ella, en el apartado arbitral, refleja dos: una por bando, cuando fueron cinco: dos para el Getafe (Ibrahim Kas y Mosquera), y tres para el Portu (Otiñano, Soria y Pinilla)…Y que confundiera su cariño con la mentira, o, al menos, la inexactitud, al adjetivar nuestro campo de La Florida como “diminuto”. Échate unas carreras por las bandas, guapa, que yo ya las recorrí durante quince años…

El jueves, día 11 de noviembre, el día del partido, fue una jornada especialmente dura para mí. Ya de mañana, recién despertado, un motín se desató en la cárcel de mi cuerpo cuando el poeta Marrodán y el genio “Morua” se introdujeron en una memoria mía ya rebosada por las emociones que habría de despertar el día. Como no soy dueño de mis sentimientos, y mucho menos de mis emociones, me asomé al balcón de la casa de mi exilio. Y mientras divisiva, a lo lejos, ¡pero tan cerca!, el Serantes y la línea de los Montes de Triano, sentí cómo el contenido del vaso se desbordaba. Y entonces ocurrió lo más natural…

…Como anticipo de la riada, mis ojos se humedecieron…para, de inmediato, brotar por el lagrimal un arroyuelo de llanto: agua de la presa que se abre para evitar que el cuerpo reviente. Por la tarde, dos horas antes del momento decisivo, por teléfono le confesé a Txema Lorente que obraba en mi poder un escrito suyo, “Un mundo de fantasía”, dedicado hace año y medio a la figura de nuestro común amigo Xabier Murua que me había sido regalado por José Angel, el pequeño de los hermanos Ozaeta Polancos. Y sólo en las palabras del director de “Los Barbis”, y en su promesa de un encuentro inminente, encontré un cierto consuelo a mi profunda tristeza.

En Sopelana, sábado, día 14 de noviembre del año 2010

Firmado: “Luis”, futbolista, en sus días, del Club Portugalete

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