Cita. “Padre, perdónale, porque sí sabe lo que hace”

Una canción, una carta, un artículo. Un deseo, un lamento, una emoción. Un trovador cubano, un literato muerto, un cronista desamparado…

“Como esperando Abril” tituló Silvio Rodríguez una de sus canciones de aquel, en Portugalete, su primer disco de Días y Flores. De aquel título comparativo, pero sin par, se sirvió este hombre al que leéis para hacerle llegar a Pilar del Río, mujer de Saramago, todo su pesar por la terrible pérdida del escritor que a punto estuvo de romper en llanto (“casi le haces llorar a Saramago; así de claro”, me escribió en una misiva la traductora del Premio Nobel de Literatura) mientras su esposa le leía una carta que a Lanzarote desde Portugalete le llegó volando en un cometa de todo corazón. Y para que no hubiera habido dos sin tres, este articulista, que se parapeta en la lucha tras el nombre de guerra que le puso su primer entrenador, el nunca del todo llorado Urbano Anda, aprovechando que el mes camina crecidito, se sube en marcha al tren de las aguas y propone una cuestión: ¿Qué suponía Abril para el poeta? Y luego otra: ¿Qué habría de suceder en Abril para que un hombre, que en noviembre de 2010 vivía tan sólo por ser más fuerte que todo obstáculo y todo dolor depositara a tan largo plazo la consumación de su esperanza? ¿Qué tiene Abril para merecer tan larga espera? ¿Acaso sus aguas mil? No lo creo. Eran tiempos muy duros los que vivía y sufría este articulista cuando estampó su firma bajo la fecha de un 20 de noviembre a fin de que Pilar del Río se hiciera cargo de la inmensa tristeza que le embargaba luego de que, descendiendo el pico Serantes, la radio le diera la mala nueva de la desaparición del Nobel de Azinhaga. “Como esperando abril” encabecé aquel sentido homenaje al escritor muerto, aquel epistolar paño de lágrimas para que, con él, Pilar se secara su cara bonita…Un trozo del otoño más cruel jamás vivido. Todo un invierno, con su crudeza, aderezado con la inmisericordia de la mujer que, en tarde de 5 de enero, le dijo a un hombre derecho, pero aún sin estar del todo hecho, que los reyes son los Padres, que los padres son los Reyes. ¡Hace falta valor!…La primavera, como siempre, de inmediato al 20 de marzo. Y poco después, Abril, que se rebela ante el refranero arrojando rayos de sol en vez de empezar a contar, una a una, las mil aguas prometidas. Por fin Abril. Larga ha sido la espera, mas no en vano. Ha merecido la pena…

 

Y sucedió que Abril era domingo. Y sucedió que Abril era a las 5…y media, ¿quién fijo tan rara hora para un partido de fútbol? O a las cinco le sobra media hora o a las seis le faltan treinta minutos. Abril. Diez de Abril de 2011. El primer año de la era después del hombre que escribió “El evangelio según Jesucristo”. Y en tan esperado día, hay un hombre que, al de dos de honrar la memoria del poeta Martio Angel Marrodán con su más sentido verso, juega a ser Dios compartiendo con el Altísimo el don de la ubicuidad. Si hasta ese momento el gozo de la montaña y la magia del fútbol del Portugalete resultaban incompatibles en una misma jornada dominical, he aquí que, en día diez de abril, jugando el equipo tan lejos de casa, el espíritu  que le anima le enciende ambas pasiones; le ilumina, haciéndole entender que  la devoción por las alturas –donde la roca es lecho y la cumbre de mullida hierba es- y la obligación del rito dominical de su equipo jarrillero se pueden experimentar en la misma jornada. Qué hacer, se pregunta, para, sin la ayuda del sol, conjugar el verbo hollar y ese otro que se nos promete en lo más hermoso, allá en lo alto de Laudio, en Ellakuri, donde en duelo el calendario ha citado al virtuoso y al gigante, a esos dos equipos, en fin, que al principio de los tiempos, cuando la vida nacía, Dios unió sin la más leve sospecha de que el tiempo de los hombres, de que los hombres del tiempo (“Lord of the ages”, canta MAGNA CARTA) terminarían separándolos. Al despertar al nuevo día, el montañero, repasando la clasificación, asombrado exclama: ¡qué distancia tan brutal, qué mundos tan separados! Pero como la ilusión se le desborda en su vasto continente, se viste de lo que en verdad es: un andarín, un caminante, que, más que nada por evitar el asfalto hostil e impenetrable, antes de que en el reloj dieran las doce con el fin de que el embrujo de la jornada un mal cuento no lo deshaga, se sirve del Metro, hasta Bilbao, y en Abando se sube al tren con la certeza de que no se habrá de estrellar porque, en una canción se lo escuchó a Celtas Cortos, le ha llegado la hora de ser el pescador. Antes de la caña y los chicharros, deberá ejercer de senderista, de escalador, e incluso de alpinista. Partiendo de Arrankudiaga, hará cumbre en el prominente Goikogane, para, desde su cima, remontar el cordal camino del Ganekogorata. Mirando siempre al frente, deteniéndose  tan sólo para besar con sus frías manos (se resiste a utilizar los guantes de gore-tex) el Mugarriluze y el Kamaraka. Y al hacerlo, en tropel acuden a su memoria tiempos pasados y acaso mejores. Y musita entonces: Caminante, sí hay camino, se hizo camino al andar, hace nueve años, junto a ella. Fue al revés, bien lo recuerda: si entonces la vida era dejarse caer pendiente abajo cogido de su mano, ahora es un triste salmón que remonta la corriente en busca del origen, allá donde nació a la vida: Ganekogorta (en cuya cima Lucifer le tentó con una ducha caliente en La Florida; pero no cayó en el soborno)…Bilbao, Portugalete. Por fin la Noble Villa. Y en lo alto, La Florida: cuna, juego, alegría y también llanto por la muerte de un padre y alguna que otra brecha. Qué espléndida y generosa es la naturaleza cuando se viste de monte: noble, pura y sin dobleces. En cuerpo y alma se entrega sin pedir a cambio otra cosa que no sea el esfuerzo, el jadeo, la fatiga, el cansancio…y esos lagrimones de alegría que en sudor el cuerpo derrama por todos sus poros. Ya coronó el futbolista la cima del “Ganeko”; ya se dio la media vuelta el montañero para dejarse caer por la cuesta que le ha de ubicar en el asiento de una tribuna. Antes, un regalo, precioso como ninguno, para sus ojos: el hermoso paraje que rodea y envuelve la ermita de la virgen del Yermo y la iglesia de Santa Lucía. Si, volando en un helicóptero, le hubieran llevado hasta allí con los ojos vendados, a la pregunta de ¿Dónde?, él habría respondido: Anda, Los Prados del Conde, el rincón más bello de la Sierra de Castril, en Granada. Castril de la Peña, aquel pueblecito donde “Luis” estrechó la mano de Saramago mientras hablaba con él mirándole fijamente a los ojos. Y con Pilar también habló; qué mujer tan amable y cariñosa…, y qué triste a día de hoy desde que su amado José la dejara fuera de la casa de este mundo, a la intemperie…

 

A intervalos ha llovido en este viaje que ha llegado a su meta, que no a su fin, cumpliéndose, así, la profecía de Pablo Milanés: “Todo se va/ todo tiende a  pasar/ por el tiempo que nos dejaron/ para ver que al final del viaje/ todo vuelve para comenzar”. Y quien más quiere que regrese es el Portu con el Hijo pródigo a la cabeza ejerciendo de maestro de ceremonias. Como ya se narró en La parábola equivocada, el Padre, desvirtuando el sentido de la metáfora del Nazareno, no conforme con el buen recibimiento al Hijo recuperado: el baño, la túnica y el banquete, al cabo de la semana, bien por fallo de su memoria, bien porque se siente culpable de lo que habrá de suceder, repite celebración sin reparar en gastos. Todo lo mejor para mi hijo, se dice. Y así es como las sirvientas se recrean hasta el regocijo en su cuerpo con jabones, ungüentos, masajes y colonias. Puro hedonismo. Cuerpo estremecido que se cubre con la túnica más bella. Y otra vez a la mesa: ancha, larga, enorme. Cubierto está el mantel de majares, apetecibles todos ellos. Y es así que nadie se sacia, nadie se harta. Fino es el paladar del hijo, sumamente agradecido porque está comparando la tierna carne del cordero con la áspera y dura bellota…

 

Entra tan pronto al estadio que encuentra el rectángulo vacío. Toma asiento en la tribuna: ni muy alto ni muy bajo; ni a la derecha ni a la izquierda: en el medio –en este caso en el centro- está la virtud. Sabedor de que el evangelio no le ha reservado silla en la mesa del banquete, engaña a su estómago, luego de la bebida mineralizada, a base de fruta, barritas energéticas y un líquido yogur. Ya están, para entonces, los jugadores calentando; y asiste a la salida al campo, desde las entrañas de la tribuna, del trío arbitral, que obligado está también, como los futbolistas, a poner a punto la musculatura y las articulaciones. Haciendo tiempo, como se dice, o quizás deshaciéndolo sería decir lo correcto, ojea la Hoja informativa, negro sobre blanco y la cabecera roja, que titula: “Un partido que puede servir para comenzar a soñar”. Iván Sedano, responsable de la publicación, homenajeado en los prolegómenos siéndole enfundada una camiseta rojiblanca, al no matizar, al no citar el nombre del equipo que habría de penetrar en el mundo onírico, escribía al dictado tanto de sus intereses como de los nuestros. “Comenzar a soñar”…pero…¿quién?: los que buscan el liderato para embarcarse en la apasionante aventura del Play Off…o esos otros, de oro y hulla vestidos, que están sentando las bases para ese día feliz que está llegando cimentando con garantías el templo en el que habremos de oficiar hasta el campeonato la próxima temporada. Javi Luaces asiste al ritual de sus jugadores pisando el precioso césped del campo. A estas alturas, por experiencia propia o porque lo ha leído en estos papeles, sabe que es el Hijo pródigo de una parábola equivocada. . De ahí que no le llame la atención tanto mimo y arrumaco. De ahí que esté casi seguro de que el Padre, con la excusa de un choque liguero, le tenga preparado el enésimo banquete desde el día aquel de su regreso, aquella mañana contra el rudo Zalla en la que se hartó de comer y beber…pero sin caer en el empacho y la borrachera. El que sueñe con asiduidad, por la noche, quiero decir, el que dormidito en la cama tenga sueños me entenderá perfectamente si le digo que si la realidad supera la ficción, los sueños estarán siempre muy por encima de las cosas que nos suceden mientras estamos despiertos. Yo sueño. Mucho. Sueño tanto que hasta mi casa, en un momento concreto, pasó a denominarse “La Casa de los Sueños”. Mas de cien tengo recopilados, escritos, casi todos ellos, de seguido al despertarme sobresaltado en lo negro de la noche. Y ni aún así la lectura de cada uno de ellos cobraría sentido en el entendimiento del lector. Porque los sueños son para vivirlos y sentirlos. Tratar, ya en tiempo de vigilia, de pasarlos al papel es tarea ardua y casi siempre infructuosa. Porque el sueño es sensación, es sentimiento, y la palabra, ya expresada en voz, ya escrita en el papel, resulta vana cuando se trata de dar fe de lo vivido y sentido una vez que los ojos se cerraron como telón que pone fin al teatro de la vida. Nunca he sufrido tanto como en sueños. Jamás he padecido angustia mayor que estando dormido. Del mismo modo, el placer de los sentidos alcanza su apogeo sólo cuando uno se sume en esa muerte aparente que es el sueño. ¿Enamorado y feliz?…¡Sólo en sueños! ¿Tener medio siglo de vida y saltar desde el banquillo al campo para resolver en La Florida un partido decisivo?…¡Sólo en sueños! ¿Golear en San Mamés vestido de rojiblanco?…¡Sólo en sueños!…La vida es sueño, lo dijo Calderón. Pero yo digo que el sueño es la verdadera vida. Y como la mente vuelve la mano torpe a la hora de plasmar en un papel lo soñado…¿qué os puedo yo contar que resulte coherente del maravilloso, del idílico sueño que tuve en Ellakuri desde que el sonido del silbato arbitral me durmiera a eso de las cinco y media…hasta que otro, semejante, me hiciera abrir los ojos, y, ya despierto, unos desde el verde y otros desde la tribuna sacáramos ese invisible humo rompiéndonos las palmas de las manos en aplauso agradecido a nosotros mismos por habernos regalado el sueño más bello de toda la temporada regular. Y era Abril, cómo no…Cuando Abril era domingo…Cuando Abril era a las cinco…

 

Desde el 20 de noviembre, sufriendo lo que no está en estos escritos, entregado en cuerpo y alma al juego de la espera (Waiting Game, canta Van Morrison). Y había merecido la pena tan largo plazo. “En busca de un sueño dios vino a la Tierra”…En busca de un sueño anda el Hijo pródigo para cambiar la suerte de la parábola equivocada. Para que el Padre reflexione y vuelva a ese redil en el que el buen cordero es fiel a la palabra prometida. Te prodigaste en fiestas, en orgías, en despilfarro…Pero has vuelto, y eso es lo que cuenta, pero no al menos de momento. El Padre se ha vuelto loco (y ello nos desconcierta), no sé si de alegría. Y por eso no habrá de sorprenderle que al día siguiente, la prensa, en una crónica diminuta y peculiar, emplee más palabras en el título de la crónica del partido que en el resumen del mismo: “El Portugalete no tuvo rival”. Y encima de los goles, las alineaciones y el abultado resultado, un título de tres líneas en letra grande y negrita: “GRAN FESTÍN PORTUGALUJO ANTE UN RIVAL SIN FUELLE”. Hablan de festín, ¿Os suena, verdad? ¿Te suena a ti también, Javi Luaces? …que no acabas de entender, que andas con la mosca detrás de la oreja con tanto homenaje. Pero claro, el mundo de los sueños encierra razones que la propia razón no entiende, y ni siquiera el corazón. Soñar es gratis, dicen. Pero si el sueño es como aquel del Getafe, sabe, entrenador, que dar con una razón, como tú diste, alumbra deberes. Deberes que se han dejado para última hora. Así que, mientras cada palo aguanta su vela, preparada está la carabela portugaluja, viento en popa, a toda vela, para iniciar el, de momento, su último periplo camino de Itaca…

 

De tanto banquete, de tanta jarra de vino, saltaron nuestros jugadores al precioso verde un tanto “chispaditos”. De ahí que no me extrañara que el equipo, como si los once fueran un solo jugador, comenzara haciendo eses: Sereno, Sosegado, Sobrio, Serio…Sensacional…Soberbio…¡Sublime! Y como a buen entendedor, pocas palabras bastan, con tal sólo siete os he sumergido en el mundo de mis sueños. Anhelaba Iván Sedano, el redactor alavés, el “Comienzo del sueño” laudiotarra. Y he aquí que, como Fredy Krubeg, el de Pesalilla en Elm Street, el Portu irrumpe en conciencia ajena y, cual ladrón de ensoñaciones, de ilusiones soñadas, le roba el corazón al soñador enemigo, y un trozo del alma. El hijo pródigo, sabedor de que está condenado a ser la víctima de una parábola equivocada (ojala sea yo el equivocado y el Padre le renueve la confianza amorosa un día en él depositada), engordando como está para morir, matando quiere dejar de existir ya una vez en su poder la orden de expulsión del paraíso de La Florida. ¿Por qué el Portu, ya desde el inicio, me adormeció para soñar en un mundo de fantasía? Porque era Abril, sin duda. Ese Abril del trovador cubano en su disco de Días y Flores. Porque en noviembre, cuando tanto sufría, le pedí a Pilar del Río que estuviera atenta al inicio de la primavera, cuando “de lo fétido de la vida saca almíbar la fruta y colores la flor”. Cuando el Portu, ese equipo que juega por mí, se regala en mil sueños a la vez que el cielo derrama un precioso y delicado sirimiri…

 

Y del juego en sí, qué deciros. Os invito a cerrar los ojos e imaginar el partido soñado, soñar el partido imaginado, al borde de la perfección. Y a ver cómo el estratega se reivindica, el inmortal Javi González, el que, con el juego detenido, donde ubica su deseo pone el balón: ora en la testa de Pinilla para que el riojano lo estrelle en el travesaño, en beneficio de Salcedo, que  se hace con el rechazo y se regocija al convertir en gol su remate certero…Ora en la cabeza de Ander Vidal que dirige el cuero a la escuadra del palo más largo, por lejano. Y cuando la pelota se mueve alegre en contraataque, el pequeño Raúl recorta a su contrario, le burla, y, con un golpeo magistral, hurga en la herida poniendo el esférico en el mismo espacio del que se sirvió Vidal para el segundo gol de la tarde. Antes del tercero, Javi González, demostrando que ni siquiera él es perfecto, por enredarse en filigranas cedió el balón a su rival a la altura del centro del campo, pisando casi la cal de la línea que va desde un corner hasta la otra esquina. A resultas del fallo, un pase largo y diagonal que provoca el uno contra uno, en el que Silas es más rápido que Macías a la hora de llegar al balón, que, puestos a imaginar, bien podría haber sido el pañuelito de aquel divertido y añorado juego infantil. A pesar del recorte en el luminoso, sigue el Portu a lo suyo: puro derroche; el partido ideal en el escenario perfecto; ante un equipo rojiblanco que sólo me provoca elogios. Sin duda alguna, el Laudio ha sido la mejor escuadra a la que el Portu se ha medido: calidad, elegancia, categoría…Un juego preciosista; maneras de campeón. Respeto absoluto al balón y a las leyes que rigen el mundo de la estética. Resume el cronista en el diario que “El Portu no tuvo rival”. Mentira. Lo tuvo; y fue muy bueno. Sucedió que era Abril;  y que Abril era domingo…y que Abril era a las cinco. Por eso no pilló a nadie por sorpresa que Iñaki Moreno, en el ochenta, superara al descomunal José Carlos desde la larga distancia…

 

“Como esperando Abril”…Lo dijo el trovador a comienzos del segundo lustro de la década de los setenta. Lo escribió este cronista en noviembre del año pasado, 2010. Y por tales antecedentes, no puede titular de otra manera el artículo del partido en el que, mientras lo gozaba, con rabia recordó que lo más terrible lo habíamos aprendido demasiado pronto…y que lo hermoso nos estaba costando la vida. Dulce sueño de Abril…Pero, cuidado. Al mes, mediado como está, le faltan días…, o le sobran. Y será, por tanto, que llegue la Semana Santa. Y en ella incrustado, el terrible viernes de pasión. Así como se me regaló el don de la ubicuidad para disfrutar de las montañas y mi equipo, se me ha concedido la capacidad de viajar en el tiempo mirando al frente…Es 22 de Abril, viernes santo. A eso de las 3 de la tarde, situado en el Alto de la Pastora, dirijo la mirada hacia el norte de la villa…Hasta que mis ojos se frenan en el cerro Kanpanzar, monte de la Calavera, Gólgota, Calvario también llamado. Y en su cúspide, clavadas están tres cruces con sus tres crucificados. Para el momento, Gestas, el “mal ladrón” llamado por su comportamiento grosero, ya no tiene vida. El Hijo de Dios está a punto de decir que “todo se ha consumado”. Por ello, Dimas, bautizado en su extremaunción con el nombre de “el buen ladrón” por haber sabido pedir perdón a tiempo (y a cambio, el Paraíso prometido: ¡menudo regalo!) , viendo que cualquier intento de diálogo con el escogido, con el elegido, en fin, con El Enviado resultaría fallido porque el Hijo ha asumido su terrible final y no está para más verbo, en supremo esfuerzo eleva su mirada al Cielo y en súplica se dirige al que en las alturas desde hace ciento dos años se dedica a hilvanar la historia de un club llamado Portugalete, así como también sus zamarras de oro y hulla…Y le dice, y le pide, y le suplica, y le exclama, y le grita: “¡Padre, tú que eres “amable”, y sobre todo compasivo. Mira a tu Hijo, Padre, míralo, que, siguiendo consignas tuyas, nos ha amado hasta el extremo. Fíjate en su cara, en sus ojos aún abiertos, en su mirada noble y sincera. Te lo pido yo, un ladrón. Padre, mira fijamente a tu Hijo, en sus días de gloria por ti más amado…En fin, ¡Padre, perdónale, porque sí sabe lo que hace!

Grumete Diego. La Florida. En la “Casa de los Sueños”. En Abril de 2011.

Firmado: “Luis”. Futbolista del Club Portugalete.