El pasado 28 de octubre, mediante rito “profano” en la Basílica portugaluja de Santa María, se honró la memoria de Francisco Javier Ozaeta Polancos. Apenas dos días después, antes de dar comienzo el Portugalete-Gernika, en el recinto “sagrado” de La Florida, la parroquia jarrillera guardó silencio durante ese minuto emotivo y de rigor a fin de recordar, y despedir al mismo tiempo, al inolvidable Xabier Murua, o “Javi Morua” para ser respetuosos con la última voluntad del hombre que ya es leyenda…

Javi MoruaEn el primer encuentro de la pasada temporada 2009-2010, el Club Portugalete, su equipo, al que se entregó en cuerpo y alma, presintiendo un oscuro final, con buen criterio le obsequió con un pack de cuatro regalos. A saber: una camiseta y un balón firmados por toda la plantilla, una placa conmemorativa…y el honorífico saque de centro del campo. Obligado por su condición de cronista oficioso y amigo personal del agasajado, el viejo Samuel Agirre regresó de su lugar de retiro para firmar un cuaderno glosando la figura del protagonista titulado “Murua irrumpe en el Centenario del Portugalete”, titulo del que se sirvió curiosamente, poco tiempo después, el periodista Kuitxi para poner uno de sus primeros artículos radiofónicos a disposición de la voz autorizada de José Iragorri, Jefe de Deportes de Herri Irratia- Radio Popular. Ensalzado el hombre en vida, sobrarían mis palabras en la hora de su muerte de no haber sido quien fue. Para las mentes estereotipadas y las conciencias simples que evitan acercarse al hombre a fin de no dejarse cegar por la blanca y pura luz que de él emana y verse, así, obligados a voltear sus creencias… Para ellos, para los menores y los segundones de la vida, Javi Morua era una suerte de bufón nacido para entretener, hasta que de él se aburrían, o cansaban, a los cortesanos del balompié, a su parroquia plebeya y a los parias de la tierra. No habrá, hay y había en su vida más ciego que el que no quiere ver. Pero a él, aunque era un “ser de otro mundo”, el milagro que era su vida no le dio para, tocando con delicadeza los párpados cerrados, devolverle al invidente la visión…

Escribo…Sigo escribiendo…porque me resisto a que el ser humano que fue Francisco Javier Ozaeta Polancos, Murua de tercer apellido, pase únicamente a la Historia como el actor que imitaba a José María García y su “Carrusel Deportivo” y que convirtió en telonera a la mismísima Orquesta Mondragón cantando “La manguera, dónde está, dónde está la manguera”…y “Coge tu sombrero y póntelo…¡vamos a la playa, calienta el sol”. Los que nos pusimos en su lugar buscándonos a nosotros mismos quitamos prendas al personaje hasta desnudar a un hombre bueno, a un buen hombre, bienaventurado por manso, generoso hasta gritarle ¡basta! para que no cayera en el despilfarro y la gente le llamara “manirroto” por regalar a un amigo el cromo más difícil de su colección…

Asiduo a Lezama cuando Lezama nacía (Iragorri da fe de ello). Apasionado al ciclismo: guardo el botellín de Peio Ruiz Cabestany, rayado al golpearse en el asfalto, que me regaló la tarde que logramos el ascenso a Preferente en el campo Las Cármenes de La Arboleda…Director de Fanfarrias…y de la Banda Municipal tocando la Diana de Pedro Heredia el día de la Patrona. En su tarjeta de visita: artista polifacético, representante de futbolistas (mil veces me quiso colocar en equipos de campanillas…y otras tantas le dije: “Xabier, de sobra sabes que la única camiseta que yo puedo vestir es la del Portu”)…y Embajador en Bizkaia de la Federación Rusa de fútbol. Más las pasiones más altas, así como las virtudes sublimes, no están escritas, viajan en su alma, tantas veces puesta en mil empeños y en su corazón tendido al sol de La Florida o a cubierto de las tormentas que entran por el Abra. Su virtud, en lo que a mí me alcanza: obsequiarme con el encanto de su presencia, esgrimiendo una sonrisa aún cuando por dentro se iba consumiendo, regalarme su amistad, con lo que ello conlleva : amigo es aquel que te pregunta “qué tal estás”…y se queda a escuchar tu respuesta. Amigo es el que me convierte en su confesor y se declara mi confidente. Amigo eras tú, Xabier, y te has ido sin aclararme si te resultaba suficiente con que yo me limitara a cumplir literalmente las directrices evangélicas. Porque, ¿recuerdas?, una desapacible tarde me dijiste: “Luis, tengo hambre y un poco de frío”…y yo te llevé a mi humilde y vieja casa, esa pegadita al campo de La Florida, para darte de comer un cola-cao calentito con galletas”…Y sucedió también, próxima su hora, que, yendo en su búsqueda como aquel pastor que va tras la oveja perdida, lo encontré derrotado sobre una mesa del portugalujo Hotel “de los pobres”, Puente Colgante también llamado. Posé mi mano sobre su hombro y le desperté. Y entonces él, con voz apagada  y mirada suplicante y triste, exclamó: “Tengo sed”. Y como el café que deseaba no le venía bien a su castigado estómago, le convidé a un zumo natural de naranja que él bebió como si fuera el último capricho del reo condenado a muerte que, en verdad, en la cárcel que es la vida somos todos…

Pero no sólo eras “mío” (qué insensatez tan sólo frasearlo en negación). Eras, rompiendo las sentimentales fronteras de tu amadísimo Portugalete, el retrato perfecto, la personificación inmejorable de ese juego y deporte maravilloso que los ingleses llamaron “foot-ball”. Allá donde tu equipo jugaba estabas tú, con ese hábito de oro y hulla que se necesita para oficiar en ese rito sagrado; imprescindible tu presencia, como la del balón y los jugadores: el árbitro no mandaba a jugar con su silbato si no te adivinaba entre la concurrencia de Basozelai, Landaberri, Gobela, , Sarriena, Tabira, Santo Cristo, Hurtado de Saratxo, La Baluga, Ategorri, San Jorge, Las Llanas, Lezama, Lasesarre…Olaranbe y Mendizorrotza en Araba; Loinaz y Garmendipe en Gipuzkoa; campos de Navarra en la Baldorba; la Caseta en Noja; municipal de Utebo en Zaragoza para ascender a Segunda B, tu mayor alegría…Zu, non, Portugalete, han: donde tú estabas, estaba el Portugalete; Portugalete, non, zu, han: donde estaba el Portugalete estabas tú, hijo predilecto del fútbol de bronce vizcaíno, beato camino de la santidad por el milagro, mil veces testificado, de haber sido capaz, con el instrumento de tu palabra, por un altavoz magnificada, de convertir la batalla campal que se libraba en el municipal de Santoña en un partido de abrazos…El fútbol: una bien encauzada y moderada pasión; el Portu: ¡tu locura! Vivías por y para él. Sin el Club Portugalete, a la vida, quizás, no le habrías encontrado sentido. Amabas tanto al Portu, que lo amaste hasta el extremo…

El pasado jueves 28 de octubre, luego de la portentosa exhibición de tus chavales ante el Getafe, a saber, con nocturnidad y alevosía, a la vez que con luz como de varios soles, amén de taquígrafos manejando alta tecnología…, después de la hazaña, decía, su hermano (el “nene”, como él le decía) entró en su dormitorio, y Xabier, sin darle tiempo a que le diera la buena nueva, sacando fuerzas de su evidente flaqueza, a duras penas despegó los antebrazos de su mermado cuerpo. Y cuando los dos brazos marcaron sendos ángulos rectos, recogió en puño los dedos excepto los bien llamados índices que, apuntando hacia ese cielo en el que se había convertido el techo de su habitación, señalaban el empate de la victoria que le habían narrado sus amigos de Radio Popular…

Al día siguiente, con el aliento de Whalt Wihtman, que cumplía guardia hasta el mediodía, a eso de las once y media, convencido de que ya le había pagado a la vida con intereses el préstamo de haber nacido, harto, aburrido de tanto sufrimiento, musitó: “Este cuento se ha acabado”. De seguido, cerró los ojos. Y se quedó velando el sueño de nuestras vidas.

Fdo: Luis Mari Pérez, “Luis”. Futbolista, en su día, del Club Portugalete