CON SUS PRINCPIOS…HASTA EL FINAL

Nadie es profeta en su tierra. Que me lo pregunten a mí. Luego de varios artículos míos colgados en esta página  del Club Portugalete (los primeros, los más largos, fueron “robados”, insertados sin mi conocimiento ni mi autorización; se trataba de regalos) hay quien opina que  resultan atractivos por distintos, y también por ser como pétalos amarillos y negros que al aire exhalan su perfume. Y otros que, aplaudiendo el esfuerzo del periodista, le recomiendan que se corte un poco en la extensión; que la gente que se enreda en internet de suyo no es muy leída, y se atraganta, y tiene sudores fríos cuando se topa de pronto con siete líneas seguidas. En mi defensa viene el  mielero bonachón  que fue Murua: “No te preocupes, Luis, que ya dice el refrán que no está hecha la miel para la boca del asno”…Y el que se de por aludido que se pregunte si es que tiene algo de burro. Mas como mi intención nunca fue la de molestar, ni llamar demasiado la atención, les prometo que, en adelante, voy a intentar esmerarme hasta conseguir ser algo así como un cuarto de escueto que ese tal Kuitxi, colega que, a cambio de una bonita canción, le regala 35 líneas a su amigo Iragorri todos los miércoles en el “Oye cómo va” nocturno de Herri Irratia- Radio Popular…¡Al grano: basta ya de paja!…¡Al trigo: se acabó la predicación!..

Hay partidos, como este Zalla-Portugalete, de lectura clara y sencilla para este periodista, que, sin embargo, provocan entre los aficionados dos tipos de análisis totalmente contrapuestos. En el bando de los exaltados, el que, por su vehemencia, se erige en portavoz declara que desde el principio hasta el final todo fue desastre porque…”los jugadores no han hecho más que maltratar al balón a base de pelotazos”. En las filas de los que, aún dolidos por el serio traspiés, manejan el lema de “borrón y cuenta nueva”, su cabecilla cree que la causa del mal juego, el fracaso, la derrota y la decepción fue justamente la contraria: que los futbolistas jarrilleros optaron, hasta la obcecación y el empecinamiento, por un juego de muchos toques y en corto (las ya famosas “rápidas transiciones” a base de una muy depurada técnica colectiva), que, dado el lamentable estado del “pasto”, resultaba del todo inviable, previsible por lento, dado que los futbolistas de Luaces (que acabó del todo desquiciado después de ser expulsado) se las veían y deseaban para hacerse, y a continuación domarlo, con el control de un aparente esférico que, en su correr, daba más brincos que una liebre con un pimiento de Padrón en el culo. Los zallucos, contrastados guerreros, como sus antecesores banderizos, al igual que se sabían el por qué de su táctica de  memoria, al dedillo conocían el cómo de su lucha: desde su retaguardia, balones muy largos –mitad golpeo; el otro tanto, pelotazo- con el fin de librarse de todo mal y crear de paso la inquietud en los aledaños del área portugaluja…

Fernando Pérez afrontaba el partido como si pudiera ser el último de su breve carrera como técnico del Zalla. Luego de diez jornadas, tenía colocado a su equipo en puestos de descenso, con uno números de dar miedo y espantar a los cuatro gatos que les van a maullar a Landaberri cuando la noche cae sobre la tierra de los lobos…Cinco partidos perdidos, cuatro empatados…y uno, tan sólo, en el que logró salir victorioso. Quince tantos recibidos y tres pobres goles a favor. Como para tiritar y no parar de rechinar sus dientes. Con siete puntos, hundido en el 17º puesto de la clasificación. Y, sin embargo, a pie de campo, daba la impresión de ser Jhon Wayne, el hombre tranquilo de Jhon Ford de regreso a su tierra prometida irlandesa para, luego de superar la adversidad, terminar siendo feliz en brazos de Mauren O’Hara . Puede que así sea, o que las apariencias nos engañen y que la procesión vaya por dentro. Y es que se la juega, y nada menos que contra el `Portu`, un equipo al alza, prestigiado por el premio nobel que le concedió la academia de la prensa tras la exhibición copera ante el Getafe.  De sobra conoce a los de La Florida. Mis ojos se han acostumbrado a su presencia en el Municipal portugalujo, ya como  entrenador en el ejercicio de su cargo, ya en pleno año sabático luego de los ceses de rigor. Y no me digan que espiaba a su próximo rival, Háblenme, más bien, de un enamorado del fútbol de la “era amable”, o, pensando mal, pero certero, de un buitre a la espera de la carne fresca de un cadáver. Sea como fuere, el caso es que el sábado estaba allí, enfrentado a su objeto de deseo, a su obsesión. Victoria o evasión. Ganar como sea (por lo civil o lo militar) o hacer las maletas y buscar otra pensión donde dormir sus “borracheras” deportivas. Parecía difícil empresa doblegar a un equipo henchido, o quizás la más sencilla dado el exhaustivo conocimiento que tenía sobre el “estilo Luaces”. Su ideario: una sólida y muy poblada defensa (su sistema: 5-4-1). Sobriedad. Rudeza. Contundencia. Su táctica: el pase largo, o el pelotazo para evitar la línea media de creación de su oponente…y tratar de hacerse rico en la lotería del área jugándoselo todo a la carta de dos elementos. .Luaces, por su parte, fiel a sí mismo, aprovechándose de la fe acrecentada de sus discípulos tras el “milagro de Getafe”…

Hasta la primera media hora todo fue mediocridad y un preocupante sosiego. Era como si nada hubiera pasado, y ninguna cosa, ni buena ni mala, pudiera suceder (en el horizonte, el “punto de la Federación”). Ni el “malo” lo aparentaba ni el bueno mostraba su virtud. El local, a lo suyo: buscar el área y sus bandas vía aérea, evitando el cara a cara con la virtud. El visitante, fiel a sus principios que le han colocado en las portadas de los periódicos deportivos más influyentes: tratar de alcanzar el área para elevar la mediocre fila de su goles a favor con el mismo espíritu técnico y táctico de la mágica noche del 27 de noviembre. A recordar: sobar la bola en defensa, enlazar con los centrocampistas con pases cortos al pie, y, partir de ahí, tratar de progresar a bases de paredes, triangulaciones, con la sana intención de plantarse ante el “rey” David para que Salcedo y Etxabe remataran la faena. Craso error. En una superficie larga y ancha –qué bien-, toda ella de hierba muy verde y poblada –perfecto-, pero más irregular que una huerta recién arada a la espera de la patata, uno debe relajar la firmeza de sus creencias, y, si es preciso, renegar de su “fe”. O, llegados al extremo, vender su alma al diablo de la vulgaridad a cambio de ser inmortal en la Liga…

Hasta le media hora, la inacción, la nada. Tiempo de silencio. Un espectáculo rudo, sórdido. Un juego incontrolado, azaroso del todo. Arbitrario, porque no había árbitro, sino un “txorimalo” o espantapájaros. Y sin juez, ya que el trencilla era un crío ( de esos que en cinco años se plantan en Tercera gracias e ese llamado “problema arbitral”. Pobrecitos, qué pena me dan: millonarios a cambio de convertirse en sujeto de la ira parroquial. Si volviera a nacer, sería árbitro y no futbolista como fui)…un pobre diablo, un monaguillo que, no sabiendo de la misa la media, no se enteraba de la ceremonia . Era la contienda uno de aquellos retos de campa limitada por dos porterías a base de cuatro piedras tapadas por una montonera de jerseis. A cinco cambio y diez  ´acabao´. Los postes no existen: El portero grita ¡alto! para que no se contabilice el gol. Al que le hacen la falta la tira. Los penaltis los lazan  quienes aseguran haber sufrido la patada dentro de su área imaginaria. No hay árbitro. Es así, por tanto, que el encuentro, cuando se encanalla, se decanta a favor del más fuerte, pillo, astuto, callejero, sucio, y hasta macarra. Una lotería pensada a medida del que arriesga comprando más papeletas. El gordo salió relativamente pronto para como iba el sorteo. A las ocho pasadas . Aguiar, sobre la línea de su área grande, intentó despejar el balón, y Valero, violentando el reglamento, le metió los tacos en el tobillo. El árbitro, que estaba al lado por pura casualidad, nada pitó, y no por canalla y “cabrón” como le achacaba parte de la afición portugaluja, sino porque no estaba capacitado para distinguir el “bien” de Imanol del “mal” de Valero. Y así, mientras el defensa jarrillero asimilaba su dolor revolcándose sobre la engañosa hierba de la “campa nueva”, Torres, que estaba al quite, aprovechó la soledad de Macías para fusilarle y sin capucha, con la impunidad que da ser verdugo en un territorio sin ley, y, por tanto, ingobernable. Once minutos después, sin darse cuenta jugadores y entrenador del Club Portugalete de en qué escenario se hallaban, cayó el segundo premio de la noche. Valero, el niño malo del primero gol, corrió la línea de fondo como si fuera un trencito de juguete sobre los raíles de la línea de fondo, y, viendo que el bote del balón no le traicionaba, sirvió con su izquierda a Torres para que, prácticamente sobre la línea de gol, empujara el esférico a las mallas. Intermedio. Quince minutos para el descanso del guerrero bien adiestrado, y para el estéril esfuerzo de los estilistas…

Cuando al minuto de la reanudación, Aguiar emuló al zalluco Valero y Etxabe ofició de Torres, los encartados se pusieron a tiro del Portu. Mas como no manejan escopeta los aurinegros (ellos son más bien de tiragomas en las campas de Romualdo y el Pasiego; y en el tejado de la cuadra de Tomás), no había bala con la que matar. Pero mediando todo un segundo acto, la calidad de los futbolistas y la fe del entrenador en su doctrina futbolística (reforzada con la incorporación al terreno de juego de dos apóstoles que predican la bondad, Iturriaga y Clausí: ¡aman la pelota como a sí mismos!) daba como para otorgar un voto de confianza a la esperanza. Y sucedió, sin embargo, que una mano poderosa e invisible apartó la sábana gigante que todo lo cubría, quedando al desnudo el verdadero escenario en el que se estaban desarrollando los hechos…El campo, entonces, fue un circo romano alumbrado por un sinfín de teas grasientas. Sobre la arena, un combate desigual entre leones hambrientos y cristianos para el martirio del degüello. Reparamos, de pronto, en que no había nadie junto al marcador para que diera testimonio de la brutalidad que se nos venía encima. Y sin embargo, hubo un momento en el que dio la impresión de que el milagro del santo Mamés se revivía, es decir, que los leones blanquiazules se rendían a la bondad de los cristianos acorralados por predicar el amor incondicional a la pelota. Espejismo de un oasis en un desierto infinito. Nunca las apariencias engañaron tanto…Y regresó el expolio, la “Pasión de Zalla” según “Arriola Echevarria”  (el árbitro que hacía de evangelista y encarnaba a Herodes), con ce y hache según el Deia, denunciando así que todo es apócrifo, y, por tanto, jamás bendecido por la ortodoxia de las escuelas en las que se enseña el “fútbol verdadero”. Como sucede en los textos canónicos y en esos otros que aspiran a ser oficiales porque creen aportar la otra cara de la moneda de la verdad,  en estas “interpretaciones mías”, que mi “propia Iglesia se niega aceptar como suyas (a disposición de mi presidente, Amable Martín, he puesto cerca de un centenar de jugosas crónicas encuadernadas que, según el añorado Mario Angel Marrodan Charola, encierran “un altísimo valor literario, periodístico…y sentimental para cualquier persona sensible, sea o no jarrillera, aficionada al fútbol o no”), también hay un Calvario que ascender para hollar la cima y coronarla con nuestra propia muerte a la espera de ese cielo prometido. Via-Crucis, pues, con el agravante de remontar por la senda equivocada. De ahí que no nos encontremos con el Cireneo, que, ya que el camino es tortuoso, al menos haga más ligero nuestro yugo. Pero sí con la chusma que desde la tribuna con el morbo se entretiene, y con los soldados rasos, de uniforme azul y blanco, que disfrutan con el mal y el dolor ajeno. Brusquedades. Patadas. Encontronazos. Choques. Caídas que se resuelven con unas piernas que se agitan buscando los tacos de sus botas el cuerpo del portugalujo que consideran su enemigo. Y para más “INRI”, va David, que guardaba su viña, y, desvirtuando el sentido de la Biblia, cae malherido, como muerto, a causa del impacto de la piedra que con su honda le lanzó Goliat (“¡rápido, rápido, que le falta el aire”, gritaba un canalla a sabiendas de que todo era una farsa para ganar tiempo y  que el Portu lo perdiera)…Y resultó que, como se sabía, todo era mentira. Arañar segundos al cronómetro para, de seguido, cuando se disponía a poner la pelota en movimiento luego de la falta que no había existido, abandonar el terreno de juego para meterle un viaje a su botellín, porque, ¿sabeis?: tenía sed el pobrecito…

Por estos campos encartados  soplan vientos de guerra y venganza desde tiempos incunables. Yo lo sufrí en mis carnes en condición de futbolista del Club Portugalete, y un amigo de Muskiz cree saber el porqué de tanto pueblo “acomplejado”. Juego sucio que se perpetua y que aquí se está narrando, y que alcanza las mayores cotas de la miseria cuando el dorsal número 2 del Zalla, Toño (si la prensa no me confunde), de Antonio, nombre muy romano, aprovechando que no hay un hombre de verdad que el delito juzgue, con su cabeza cornuda, al modo de los carneros, golpea cobarde a Clausí su frente de niño (si fue otra la víctima de gesto tan obsceno, que me corrija). Fernando Pérez, casi dentro del “cuadro” que habría firmado el maestro Caravaggio, brazos cruzados, ante mi rabia e impotencia, calla, otorga, justifica, sólo le falta jalear la hazaña de su esbirro, y no habría sido por falta de agradecimiento. Al fin y al cabo, Antonio, con su bajeza, no hace sino sostener en el campo el plan de combate que su preparador ha dibujado en la pizarra en busca de la salvación. Para entonces, Javi Luaces ya había perdido su guerra de nervios, el pulso que mantenía con el colegiado Arriola desde que éste le hiciera a su equipo el primer guiño burlesco. Me consta que al sabio mister de Busturia, al modo que exclamó Caparrós en su día, le hierve la sangre negra y amarilla. Y eso le hace grande ante mis ojos…pero pequeño cuando, como Don Quijote, se enreda en absurda pelea contra un “arbitrillo” que no es gigante malintencionado, ni siquiera molino, ni molinillo, aunque camine torpe y al detenerse agite sus brazos como aspas…sino un pobre diablo que, con su permisividad, al no saber qué cosa es el fútbol, y cuán complicado se torna cuando las malas artes lo enredan, se puso del lado del infractor renegando, así, del bienintencionado. Si –Luaces- se hubiera olvidado de él –el árbitro- (consejos te doy, querido Javi, que para mí no tuve cuando era un jugador como los que tú diriges: la boca me perdía, viéndose, por su culpa, mi rendimiento perjudicado), a fin de mantener despejada la mente, quizás habría rememorado aquel pasaje medieval en el que el sabio Galileo, ante el Tribunal que, inquisitorialmente, le juzgaba, con el fin primordial de salvarse de la muerte , renegó de su fe al admitir que “es  el sol el que da vueltas alrededor de la tierra y no la tierra alrededor del sol”. Fue un decir. Porque, de seguido, para limpiar su conciencia y poder caminar, así, con la cabeza alta,  musitó: “…Y sin embargo, (la Tierra) se mueve…

Si para poder seguir creando, el italiano se olvidó por unos segundos de sus principios, qué te habría costado a ti, entrenador de “mi vida”, renunciar a tu credo futbolístico (que tan feliz hizo a la parroquia la noche mágica del miércoles 31 frente al Getafe en La Florida) durante los 96 minutos que duró el “juicio de Landaberri” con el noble, legítimo y fácilmente entendible fin de hacerte con los tres puntos y salvar, así, la vida de tu equipo. “Y, sin embargo, la tocamos”, musitar después, mientras te retirabas a los vestuarios. Y todos tan contentos.

En Sopelana, a las 14h y 30` del lunes día 8 de noviembre del año 2010

Firmado: Luis Mari Pérez García, “Luis”. mail: samuagez@yahoo.es