¿Cuándo y dónde se vio felicitación antes del cumpleaños?…¿Cuándo y dónde se vio criatura antes del parto?…¿Cuándo y dónde perdón antes del arrepentimiento? ¿Cuándo oro, incienso y mirra antes de la visita mágica y real? ¿Cuándo medalla antes del record? ¿Cuándo enamorado sin previa flecha del ciego Cupido? ¿Cuándo lluvia sin nubes? ¿Cuándo beso traicionero y prendimiento sin el vino compartido y el pan quebrado en un cenáculo? ¿Cuándo texto antes del prólogo? ¿Cuándo las gracias antes del favor? ¿Cuándo el efecto sin causa? ¿Cuándo la hostia sagrada al principio de la misa? ¿Cuándo la fiesta precediendo al pregón? ¿Cuándo la causa después del efecto? ¿Cuándo la sopa de ajo y luego la Diana? ¿Cuándo la piña de abrazos sin marcar un gol? ¿Cuándo la muerte sin haber nacido? ¿Cuándo, en fin, un banquete por todo lo alto sin saber la suerte del partido?…

¿Cuándo?…El domingo, 14 de marzo; a eso de las dos de la tarde. ¿Dónde?…A ocho kilómetros de Gernika, estrecha carretera, picando hacia arriba. En Nabarniz, barrio, pedanía, pueblo, de esos que, por sus dichos y sus hechos, merece el edificio de un ayuntamiento…Pueblo, pedanía, barrio…Son preguntas que la gente, algo más de media entrada en el autobús, se hace mientras el vehículo patrocinado por Joxi y gestionado por Kinti, serpentea como si fuera una más de las víctimas humanas luego de que Eva a Adán le diera, en la madrugada de los tiempos, a probar aquella famosa y, visto lo visto, maldita manzana del árbol de la ciencia, del bien y del mal también llamado…

Qué se celebra, le pregunté entre semana al hermano de “Negri”…Y no me supo responder. ¿Hábito? ¿Costumbre? ¿La segunda comida en dos años con motivo del desplazamiento del equipo para que la próxima temporada (desgraciadamente, por aquello del ascenso frustrado) podamos, aventando el refranero, afirmar que a la tercera la vencida?…Es la memoria, selectiva, que recuerda lo bueno y olvida lo malo. ¿Qué hicimos en la 2009-2010 en Urbieta contra el “Gerni”? ¿Perder? ¿Empatar? ¿Acaso nos trajimos los tres puntos?…Tendría, lo confieso, que recurrir a la hemeroteca para hacerme sabedor del resultado. Para la celebración profana antes del rito sagrado del fútbol, sin embargo, todo está muy claro en la conciencia de este hombre que una tarde, cuando ya anochecía, me acompañó a la clínica por si la antitetánica tras una brecha en la frente me provocaba mareo o malestar…”El menú es muy bueno”, me dijo por teléfono; y si además, como es el caso, el precio quedó congelado, miel sobre hojuelas, que traducido al lenguaje de los internautas significa que habrá que contar a mano, billete a billete, 24 euros por barba, vello fino las mujeres, luego de una comida que habría saciado al mismísimo Pantagruel. De primero, dos platos, y no para escoger, sino para comer hasta el hartazgo, si uno así lo quiere, decir basta es libre pero a la vez difícil de gritar cuando, sobre la mesa con mantel, femeninas manos depositan una fuente de menestra convenientemente rebozada, una delicia; y, no sé si antes, o después, o al mismo tiempo, un cuenco ancho y profundo donde las rojas alubias rozan el cielo de los creyentes a base de sacramentos. Y de segundo, bacalao al pil-pil de primero; y chuletones de vaca o de buey de segundo. Vaca, Buey, imposible distinguir la procedencia de la carne si este comensal que escribe no la habrá de probar. Un poco de todo, comer con mesura, la virtud, ya se dijo, está en el medio, en ser capaz de llegar a los postres con la clarividencia del que aún conserva el apetito, y, entonces, decir, sin duda alguna: Tarta de arroz…y si, para refrescar el garganchón, le añades una bolita de helado, el broche ideal para un banquete que, contradiciendo el orden natural de las cosas, pretende celebrar la resurrección del crucificado y muerto en Las Llanas; la cabeza levantada del denostado en La Florida…

Quizás, vistas así las cosas, tenga su sentido el plato fuerte del mediodía: alubias, esa especie de pan que los jugadores habrán de ganarse con el sudor de sus frentes; sacramentos, bautizar de nuevo a un equipo dejado de la mano de dios; confirmar su fe; religarle en matrimonio con la afición…De la extrema-unción mejor no hablamos, ¿verdad? Nunca jamás he llegado a decir, a pesar de los pesares, que este equipo estuviera muerto. Con motivo de los setenta y cinco años de vida, un artículo mío, que acabó ahogado en el lodo de la publicidad, era la aportación de un futbolista en el dique seco a causa de unos ligamentos medio rotos a un reportaje que, firmado por Julio Flor, así rezaba: “PORTUGALETE: DEMASIADA HISTORIA PARA RENDIRSE”…

Más de un cuarto de siglo ha pasado, y, luego de cuatro temporadas ilusionantes, nos ha llegado el amargo momento de lo ilusorio, de la desilusión, de la desesperanza, del duro revés que supone vestirse de harapos luego de lucir por esos campos de dios un vestido principesco…

Bebiendo el aficionado presuroso su café, qué nos queda…¿A qué asirnos en verdad cuando ni la lágrima es ya la húmeda ilusión para la sequía del descontento? Seguir, no queda otra. Caminar. Avanzar lentamente, pero con orgullo, hasta rebasar la raya del terrible Maratón en que el destino, torpemente manipulado por la soberbia humana, ha convertido esta liga en la que tan felices nos las prometíamos luego del colosal espectáculo a cielo abierto que nos regalamos con la excusa de que el Getafe de Michel pasaba por La Florida…Dos noches de mucho…vísperas de la más absoluta de las nadas, quién habría imaginado un guión tan cruel para una liga que allá por Octubre era motivo de envidia para todo el fútbol vizcaíno. En boca de todos estuvimos. Me habría hecho feliz que la hazaña del Portu hubiera estado también en esa puerta entreabierta de la boca que son los labios de Murua, pero Xabi, extenuado, no soportó el tirón brutal de la cuerda que su enemigo (suyo y de todos) le pegó poco antes del mediodía luego de soñar que en el Coliseo, honor y gloria para los jarrilleros: ¡Hurra!, gritó en silencio en su habitación, como si quisiera decir “Venceremos”. Qué pena me dio su fuga a los Campos Eliseos…Qué pena me doy a mí mismo…Qué pena nos damos todos…Ya lo cantó un día Gorka Knorr: “Zergatik hasi egunen batean bukatu behar zuena; Zergatik maita egunen batean agortu behar zuena; zergatik bizi egunen batean hil behar zuena…

Por qué engendrar; por qué nacer; por qué vivir si, más tarde, más temprano, no seremos ni siquiera recuerdo en la memoria de los que un día dijeron que nos amaron…

Toca vivir, sin embargo. No hay otra…O sí: ese dulce suicidio llamado Eutanasia…Pero es que hasta para quitarnos la vida pecamos de pereza; dejamos que el trabajo sucio lo hagan otros. Desidia es lo nuestro, al borde del mar: que mate la ola, pues, al que fue a percebes; que choquen dos coches; que se precipite el montañero por el cortado de la sierra Salbada; que se haga un hueco el cáncer en el hígado; que se pare, sin más, el corazón. Que se paren todos los corazones de repente. Póngase fin a la vida humana en este mundo. Para qué empezar lo que un día, escrito está, tiene que acabar: Para que amar si el paso del tiempo habrá de agotar al amante y al amado. Para qué vivir si nacer conlleva la muerte…

Jugar al fútbol: ese es el sentido de la vida. Practicar, hasta el último suspiro, este juego curativo que nació con premio para el practicante: ser del Portu: ora niño que adora a sus ídolos; ora muchacho que, vestido de oro y hulla, recorre el verde sigiloso del rectángulo de La Florida; ora hombre que por sus hechos fue alabado tanto y por sus escritos es festejado tanto…Orad por él, que vive en la más triste de las soledades; suplicad al cielo para que, como maná, del firmamento le llueva el cuerpo ligero y la sonrisa sincera de esa mujer que tanto añora y se le oculta…Y mientras tanto, hasta ese día feliz que no termina de llegar, que el Portu no le falte; ni le falle. Que no le traicione ya más en los años que le queden por vivir…

Gernika-Portugalete: un oasis en medio del secarral de una liga lamentable. Se anticipa el banquete porque se tiene la certeza de que el cadáver resucitará; de que el moribundo retomará el color de los que la vida les sale por los poros; porque el enfermo recobrará el pulso de los recuperados; porque el que renquea se volverá vigoroso; porque el fuerte se medirá sin complejos con su enemigo, rival, contrincante…

En Urbieta, sobre un suelo de artificio, más que los puntos, para nosotros está en juego el honor, el buen nombre, la gloria, que acabe el partido y, orgullosos, más allá del resultado, podamos gritar animosos: ¡Hurra por los jarrilleros!

Cuándo y dónde se preguntaba al principio buscando tiempo y lugar para un banquete. Y se dijo a las dos de la tarde del domingo 13 de marzo, y se apuntó que en Nabarniz, a ocho kilómetros de Gernika. Dígase ahora que pueblo tan solitario se halla a las faldas del Illuntzar, monte ya hollado por los pies del cuerpo de este hombre que, golpeando las teclas de un ordenador que en su día le fuera regalado, escribe y escribe, terrible condena, tirar una bola de palabras por una pendiente…y correr en descenso en su busca para subirla hasta la cima y desde ella dejarla caer…Dios, qué condena. Por qué bajar y subir, subir y bajar si yo no me llamo Sísifo y mi vida jamás será narrada como un acontecimiento mitológico…

Por cuestión de gravedad, el retorno a la villa nos lleva menos tiempo que la ida: la pendiente atrae; la cima, burlona, nos esquiva. Había, por mi parte, lo confieso, cierta prisa por el retorno, eso que llaman impaciencia. Y es que cuando la hora del partido del Portu se aproxima en las agujas de ese reloj que yo no porto más que nada por el lastre que supone soy presa de esa excitante curiosidad que enciende el deseo. Deseo. ¡Deseo tantas cosas…! Pero como lo que en mi vida, de un tiempo a esta parte, hay son habas contadas, acerquémonos a Urbieta que, después de un buen bacalao al pil-pil, no vendría nada mal, a mi bolsa, al menos, una ristra de pimientos, verdes, que dan fama a la villa foral…¿o será el nombre de Gernika el que carda la lana de la fama de los pimientos?…

El campo, como me las prometía, es de artificio, hablo del verde, que semeja hierba y yerba no es: son briznas de plástico pintarrajeadas donde el balón no encuentra acomodo, sino rechazo: hoy toca pelear lindando las alturas. Juego aéreo que no pillará por sorpresa a Javi Luaces, profeta que fue en esta tierra, casi adivino, como Nostradamus, señaló con su dedo índice la Segunda División y a punto estuvo de alcanzar esa luna añorada que, como poetiza Silvio, es misterio que engorda como adelgaza. Para asaltar la villa rival, viene con el equipo en cuadro. Claro que, visto el panorama de la liga, a lo mejor tanta baja acumulada se convierte en estímulo para una revolución. Hasta la victoria siempre, Comandante, y es como si se lo dijera al líder que, me susurran al oído, tiene los días contados. O las semanas, que son jornadas: once que serán diez al final de la partida. Más vale sacarle provecho al terreno que nos queda que lamentar tanto intento fallido. Y el terreno es éste, Urbieta, en el que la antigua Santa Lucía le agudiza la vista al mister de Busturia a fin de ubicar a Iturriaga como defensa central en ausencia de Pinilla y darle la titularidad a Jon Fornier en el lateral izquierdo como aquel que se lo juega todo a una carta de la baraja. Otiñano, ausente; Vidal, en la tribuna junto a Javi González; Mikel Moreno en el banquillo. Alberto, una vez más, es pulmón y corazón en el centro del campo. A su lado, más como ancla que como remo o motor, Gorka, que a mis ojos aparece cansado, son ya muchos años bregando, esclavo de un apellido que le exige trotar y trotar: “Voy camino Soria…” Allí se encuentra en la gloria, pero en Gernika, no, nunca segundas partes serán buenas para él que habrá de asistir a la segunda mitad desde la grada…

 

El primer acto resultó igualado, aunque, por aquello de que el ruido siempre se hace notar más que el discreto silencio de un juego aseado, pasará a la historia en crónica concisa que los locales estrellaron un balón en el poste; y que, cosa lógica, echaban el balón al piso con más premura que su oponente, y allí, raseándolo, percutían por las bandas, sobre todo la derecha, insistencia que habría de costarle el puesto al zurdo Fornier, que estrenaba titularidad. Sin él, con el bullicioso Elustondo en su lugar, nos quedará siempre la duda de si el Portu, poco a poco, se fue haciendo con las riendas del partido por los cambios (Moreno sustituyó a Soria) o porque el poder de su toque combinativo le iba haciendo gigante. Mas como obras son amores y no buenas razones, he aquí como Juanjo Clausí entra en escena sin saber muy bien el por qué de su protagonismo. El chico, que ha no mucho se quedó sin hijos ni compañera luego de que, arguyendo falta de adaptación a la tierra de los vascos, le abandonaran buscando el calor del centro de la península, sintiéndose, cómo no podría ser de otra manera, perdido y solo, tuvo, en primera instancia, la idea de tirarse al río. Sin embargo, al caer de inmediato en la cuenta de que, siendo invierno, las aguas bajan heladas, tiró por la calle del medio, se echó al hombro su manta, se tiró al monte, huyó, en fin, hacia delante y dijo en alta y clara voz: Salga el sol por donde quiera que yo no me muevo de Portugalete…Quizás, para enraizar tan pronto y profundo en nuestra villa, hayan tenido que ver mucho los versos del cancionero portugalujo…

El que bebe agua de la Canilla

Se remoja el garganchón

Y en Portugalete se apolilla

Sin razón, sin razón, sin razón…

No sé sin porque alguno de los amigos que se ha echado en la villa le han contado cosas de Gernika o por todo lo contrario: porque no sabía ni ubicarla en el mapa Bizkaia, pero el caso, sea lo uno, sea lo otro, es que el muchacho, que no tiene ya nada más precioso que perder, se apunta a un bombardeo. Como ya es sabido por la lectora que no uso reloj, hablo de memoria cuando digo que mediada la segunda mitad, y a pesar de los ruegos de sus compañeros pidiéndole que no mentara la soga casa del ahorcado, el chico, que en fútbol ha encontrado la medicina escasa, la más insuficiente para remediar su mente triste y compungida, partiendo de su teórica posición de extremo izquierdo, se desplazó en horizontal con el esférico fúsil pegado a su pierna zurda. Llegado a un punto en el que, muy cerca de la línea del área grande, la pelota y el palo corto se encontraban en una línea recta y vertical, le dio la impresión de oir voces, o tal vez una sola voz fuera la que le cantara: “Rosa, rosae…y también el valor de ti…Y el recuerdo final por los muertos de la última guerra civil”…Era Labordeta, el maño, el aragonés, que ha no mucho nos dejó llevándose a no sé donde todo su mundo en una mochila. Debió de callar el hombre en su cantar para que ejecutara el muchacho: con la derecha, sirviéndose del empeine interior, soltó un disparo que, aún no pareciéndome mortal de necesidad, sorprendió al arquero del Gernika. No me dio la impresión de que entrara el esférico por la escuadra, pero el chut fue de esos sobre los que se dice que el portero nada pudo hacer. Luego del beso en las mallas, los abrazos: corrió hacia la banda transportando en su cara una sonrisa para fundir su menudo cuerpo con ese otro más vigoroso, en apariencia, de Vaquero, delegado sin vacas, ni caballo, ni fúsil; y con su entrenador se entregó, también, a las carantoñas. Era tal el júbilo, que, ahora, jueves 17 de marzo, 07:56 horas, me pregunto si para tanta felicidad no sería doble la causa. La primera, con la fusta de su pie derecho, haber desbaratado el cambalache de cambistas y mercaderes que profanaron en templo jarrillero en la alameda de Las Llanas. La segunda, con su granada, con su bomba, con su misil, con su disparo, en fin, haber vengado a la manera de los deportistas aquel ataque vil de las hordas fascistas sobre la tierra que pisaba; haber apagado, de alguna manera, el odio que en la primavera del 37 desde el cielo cayó destruyendo casi todo lo viejo de la villa foral de Gernika. Cuyo Casa de Juntas, junto a mi presidente, recorrí en la previa: el árbol viejo, el árbol joven; lo muerto y fosilizado…y la sabia nueva que a no mucho tardar dará tantos y buenos frutos como auguraba el bardo Iparragirre…

En día tan señalado, con uno, el de Clausí, debería haber bastado; con su zapatito, haber vuelto el hijo pródigo a la casa del padre luego de la caída del templo y el regreso al hogar tras tanta bellota compartida con los cerdos. Pero no. Era en Gernika, no lo olvidemos, y los hijos de los mártires aún tenían algo que decir…Estaba a punto el “referee” de soplar por el boquete de su silbato al modo que tienen los árbitros de decir a la concurrencia “Todo se ha consumado”, cuando la pelota, colocada en el cuarto de circunferencia de la esquina que quedaba más alejada de mis ojos cuando miraba a la izquierda, cual bola inteligente que despega, o loco meteorito que, desde el caos de su locura no procura sino daño, cuando el balón, decía, despegó trazando una muy leve diagonal que no consiguió alejarse apenas del área pequeña una vez entrada en ella. No volaba muy alto el cuero; yo diría que no más que la testa más baja de todos aquellos futbolistas que se afanaban, cada uno en lo suyo: yo remato, si me dejas; yo despejo, si es que tu antes no te me anticipas. Y de entre todo lo posible, lo peor. El miedo que yo sentía ante la que habría de ser la última acción del partido tenía mucho fundamento. Murphy vino al rescate del necesitado y a nosotros nos hundió: “Si en la última jugada de estrategia el rival te puede matar, lo hará” Y lo hizo. No sé ni quién ni por qué pudo rematar tan solo aquello que era no más que un pequeño árbol en un bosque frondoso. Joven, bajo, frágil…pero de roble la testa del rematador que contactó con el cuero para alojarlo en las mallas. ¿Alojarlo he dicho como si quisiera repetir lo ya tan manido del beso en la red? De eso nada. Violento fue el cabezazo, como si ellos también pidieran justicia para sus mayores muertos. En vez de este artículo, podría haber presentado una denuncia en toda regla argumentando malos tratos a la piel de cuero y evidente violación. Pero no lo haré, convencido, como estoy, de que las metáforas están condenadas a caer en el fondo de un saco mustio y roto. Mejor si dejamos las cosas como están. Dolió, un poso de amargura e impotencia me dejó ese gol cuando ya ni tiempo había porque el árbitro se había empezado a aflojar la correa que en su muñeca sostenía el cronómetro, de Cronos, dios del tiempo; de metro, medir. Si como yo hago, el trencilla no se hubiera servido de reloj, si no de su sentido del tiempo, a estas horas estaría hablando de victoria nuestra y no de empate. Aunque, tomando en cuenta el cuándo, domingo, día del sol, y el dónde, villa foral de Gernika por Franco martirizada, quizás la igualada sea lo más justo y humano. Iguálense las tropas. Banderas blancas al viento. Hágase la paz. Y la paz, aunque necesitada de días, se ha hecho en mi corazón…

 

Jueves. 17 de marzo de 2011. 08: 34. Hoy me he levantado a las siete cuarto de la mañana. Ese reloj biológico que todos llevamos dentro sin meter ruido ha sonado y me he despertado. Ayer, que no deja de ser hoy porque me acosté más allá de la media noche, dejé para hoy lo que no me apetecía hacer entonces. Y, aunque conclusa loa crónica, otra más, me sigue sin apetecer. Más que placer, es para mí un castigo la escritura. Si Milan Kundera, en uno de sus ensayos novelísticos, sostenía que orinar en la naturaleza era como prometerle a la tierra que un día regresaríamos a ella por entero, escribir un artículo tras cada partido del Portugalete es, aunque terrible me resulte decirlo, prometerle a la muerte que un día le entregaremos nuestra vida por entero y sin contraprestaciones….

Sin embargo, mientras mis ojos se sigan abriendo cada mañana, siempre que haya un despertar, me aferraré a ese clavo ardiendo de la promesa de un presidente. Ese que, paseando por la villa foral de Gernika, en los prolegómenos del banquete que, dislocando el tiempo, precedió al rito del partido del domingo, Ese decía, o sea Amable, que me dijo que le habían dicho, prometido, asegurado, que, entre el Instituto más alto y el caserón de los Gorbea, en esa estrecha línea que separa mi Florida natal de su Vicíos mil veces nominado, se alzaría el nuevo templo una vez extinto el viejo y municipal. La Florida. Ojala que la vida, cuando el coqueto estadio esté erigido, nos pille trajinando sobre la tierra y no soterrados; mentes sanas en cuerpos sanos…y no, sobre la tierra, cuerpos tendidos al sol como sábanas blancas después del amor. Si muertos, hacia abajo miraremos; si vivos, acomodados en el recinto de cuyo nombre no puedo acordarme porque aún no ha llegado el día feliz,…AL LEVANTAR LA VISTA, VEREMOS UN LETRERO MUY LUMINOSO EN EL QUE PONGA SEGUNDA DIVISIÓN. Si será la A o la B la letra del apellido, la categoría ya conocida o la ignota, es un tema de debate, o quizás simplemente de ilusión. Un día, si queréis, reabierto el Metro de Justo Martínez y Puri, la vieja tasca de la Rantxe, degustando gazpatxos y pinchos “de todo” en torno a una mesa de madera restregada por las rudas cerdas de un cepillo, hablamos de ello: de si queremos seguir viajando entre la tormenta después de la explosión de dios…o ser estrella perenne brillando en el firmamento.

09: 03 de la mañana del jueves 17 de marzo de 2011. Casa de los Sueños. Grumete Diego, La Florida…

 

Firmado: Luis María Pérez García, “Luis”, futbolista, ayer, hoy y siempre, del Club Portugalete.

¿Cuándo y dónde se vio felicitación antes del cumpleaños?…¿Cuándo y dónde se vio criatura antes del parto?…¿Cuándo y dónde perdón antes del arrepentimiento? ¿Cuándo oro, incienso y mirra antes de la visita mágica y real? ¿Cuándo medalla antes del record? ¿Cuándo enamorado sin previa flecha del ciego Cupido? ¿Cuándo lluvia sin nubes? ¿Cuándo beso traicionero y prendimiento sin el vino compartido y el pan quebrado en un cenáculo? ¿Cuándo texto antes del prólogo? ¿Cuándo las gracias antes del favor? ¿Cuándo el efecto sin causa? ¿Cuándo la hostia sagrada al principio de la misa? ¿Cuándo la fiesta precediendo al pregón? ¿Cuándo la causa después del efecto? ¿Cuándo la sopa de ajo y luego la Diana? ¿Cuándo la piña de abrazos sin marcar un gol? ¿Cuándo la muerte sin haber nacido? ¿Cuándo, en fin, un banquete por todo lo alto sin saber la suerte del partido?…

 

¿Cuándo?…El domingo, 14 de marzo; a eso de las dos de la tarde. ¿Dónde?…A ocho kilómetros de Gernika, estrecha carretera, picando hacia arriba. En Nabarniz, barrio, pedanía, pueblo, de esos que, por sus dichos y sus hechos, merece el edificio de un ayuntamiento…Pueblo, pedanía, barrio…Son preguntas que la gente, algo más de media entrada en el autobús, se hace mientras el vehículo patrocinado por Joxi y gestionado por Kinti, serpentea como si fuera una más de las víctimas humanas luego de que Eva a Adán le diera, en la madrugada de los tiempos, a probar aquella famosa y, visto lo visto, maldita manzana del árbol de la ciencia, del bien y del mal también llamado…

 

Qué se celebra, le pregunté entre semana al hermano de “Negri”…Y no me supo responder. ¿Hábito? ¿Costumbre? ¿La segunda comida en dos años con motivo del desplazamiento del equipo para que la próxima temporada (desgraciadamente, por aquello del ascenso frustrado) podamos, aventando el refranero, afirmar que a la tercera la vencida?…Es la memoria, selectiva, que recuerda lo bueno y olvida lo malo. ¿Qué hicimos en la 2009-2010 en Urbieta contra el “Gerni”? ¿Perder? ¿Empatar? ¿Acaso nos trajimos los tres puntos?…Tendría, lo confieso, que recurrir a la hemeroteca para hacerme sabedor del resultado. Para la celebración profana antes del rito sagrado del fútbol, sin embargo, todo está muy claro en la conciencia de este hombre que una tarde, cuando ya anochecía, me acompañó a la clínica por si la antitetánica tras una brecha en la frente me provocaba mareo o malestar…”El menú es muy bueno”, me dijo por teléfono; y si además, como es el caso, el precio quedó congelado, miel sobre hojuelas, que traducido al lenguaje de los internautas significa que habrá que contar a mano, billete a billete, 24 euros por barba, vello fino las mujeres, luego de una comida que habría saciado al mismísimo Pantagruel. De primero, dos platos, y no para escoger, sino para comer hasta el hartazgo, si uno así lo quiere, decir basta es libre pero a la vez difícil de gritar cuando, sobre la mesa con mantel, femeninas manos depositan una fuente de menestra convenientemente rebozada, una delicia; y, no sé si antes, o después, o al mismo tiempo, un cuenco ancho y profundo donde las rojas alubias rozan el cielo de los creyentes a base de sacramentos. Y de segundo, bacalao al pil-pil de primero; y chuletones de vaca o de buey de segundo. Vaca, Buey, imposible distinguir la procedencia de la carne si este comensal que escribe no la habrá de probar. Un poco de todo, comer con mesura, la virtud, ya se dijo, está en el medio, en ser capaz de llegar a los postres con la clarividencia del que aún conserva el apetito, y, entonces, decir, sin duda alguna: Tarta de arroz…y si, para refrescar el garganchón, le añades una bolita de helado, el broche ideal para un banquete que, contradiciendo el orden natural de las cosas, pretende celebrar la resurrección del crucificado y muerto en Las Llanas; la cabeza levantada del denostado en La Florida…

 

Quizás, vistas así las cosas, tenga su sentido el plato fuerte del mediodía: alubias, esa especie de pan que los jugadores habrán de ganarse con el sudor de sus frentes; sacramentos, bautizar de nuevo a un equipo dejado de la mano de dios; confirmar su fe; religarle en matrimonio con la afición…De la extrema-unción mejor no hablamos, ¿verdad? Nunca jamás he llegado a decir, a pesar de los pesares, que este equipo estuviera muerto. Con motivo de los setenta y cinco años de vida, un artículo mío, que acabó ahogado en el lodo de la publicidad, era la aportación de un futbolista en el dique seco a causa de unos ligamentos medio rotos a un reportaje que, firmado por Julio Flor, así rezaba: “PORTUGALETE: DEMASIADA HISTORIA PARA RENDIRSE”…

Más de un cuarto de siglo ha pasado, y, luego de cuatro temporadas ilusionantes, nos ha llegado el amargo momento de lo ilusorio, de la desilusión, de la desesperanza, del duro revés que supone vestirse de harapos luego de lucir por esos campos de dios un vestido principesco…

 

Bebiendo el aficionado presuroso su café, qué nos queda…¿A qué asirnos en verdad cuando ni la lágrima es ya la húmeda ilusión para la sequía del descontento? Seguir, no queda otra. Caminar. Avanzar lentamente, pero con orgullo, hasta rebasar la raya del terrible Maratón en que el destino, torpemente manipulado por la soberbia humana, ha convertido esta liga en la que tan felices nos las prometíamos luego del colosal espectáculo a cielo abierto que nos regalamos con la excusa de que el Getafe de Michel pasaba por La Florida…Dos noches de mucho…vísperas de la más absoluta de las nadas, quién habría imaginado un guión tan cruel para una liga que allá por Octubre era motivo de envidia para todo el fútbol vizcaíno. En boca de todos estuvimos. Me habría hecho feliz que la hazaña del Portu hubiera estado también en esa puerta entreabierta de la boca que son los labios de Murua, pero Xabi, extenuado, no soportó el tirón brutal de la cuerda que su enemigo (suyo y de todos) le pegó poco antes del mediodía luego de soñar que en el Coliseo, honor y gloria para los jarrilleros: ¡Hurra!, gritó en silencio en su habitación, como si quisiera decir “Venceremos”. Qué pena me dio su fuga a los Campos Eliseos…Qué pena me doy a mí mismo…Qué pena nos damos todos…Ya lo cantó un día Gorka Knorr: “Zergatik hasi egunen batean bukatu behar zuena; Zergatik maita egunen batean agortu behar zuena; zergatik bizi egunen batean hil behar zuena…

Por qué engendrar; por qué nacer; por qué vivir si, más tarde, más temprano, no seremos ni siquiera recuerdo en la memoria de los que un día dijeron que nos amaron…

Toca vivir, sin embargo. No hay otra…O sí: ese dulce suicidio llamado Eutanasia…Pero es que hasta para quitarnos la vida pecamos de pereza; dejamos que el trabajo sucio lo hagan otros. Desidia es lo nuestro, al borde del mar: que mate la ola, pues, al que fue a percebes; que choquen dos coches; que se precipite el montañero por el cortado de la sierra Salbada; que se haga un hueco el cáncer en el hígado; que se pare, sin más, el corazón. Que se paren todos los corazones de repente. Póngase fin a la vida humana en este mundo. Para qué empezar lo que un día, escrito está, tiene que acabar: Para que amar si el paso del tiempo habrá de agotar al amante y al amado. Para qué vivir si nacer conlleva la muerte…

Jugar al fútbol: ese es el sentido de la vida. Practicar, hasta el último suspiro, este juego curativo que nació con premio para el practicante: ser del Portu: ora niño que adora a sus ídolos; ora muchacho que, vestido de oro y hulla, recorre el verde sigiloso del rectángulo de La Florida; ora hombre que por sus hechos fue alabado tanto y por sus escritos es festejado tanto…Orad por él, que vive en la más triste de las soledades; suplicad al cielo para que, como maná, del firmamento le llueva el cuerpo ligero y la sonrisa sincera de esa mujer que tanto añora y se le oculta…Y mientras tanto, hasta ese día feliz que no termina de llegar, que el Portu no le falte; ni le falle. Que no le traicione ya más en los años que le queden por vivir…

 

Gernika-Portugalete: un oasis en medio del secarral de una liga lamentable. Se anticipa el banquete porque se tiene la certeza de que el cadáver resucitará; de que el moribundo retomará el color de los que la vida les sale por los poros; porque el enfermo recobrará el pulso de los recuperados; porque el que renquea se volverá vigoroso; porque el fuerte se medirá sin complejos con su enemigo, rival, contrincante…

 

En Urbieta, sobre un suelo de artificio, más que los puntos, para nosotros está en juego el honor, el buen nombre, la gloria, que acabe el partido y, orgullosos, más allá del resultado, podamos gritar animosos: ¡Hurra por los jarrilleros!

Cuándo y dónde se preguntaba al principio buscando tiempo y lugar para un banquete. Y se dijo a las dos de la tarde del domingo 13 de marzo, y se apuntó que en Nabarniz, a ocho kilómetros de Gernika. Dígase ahora que pueblo tan solitario se halla a las faldas del Illuntzar, monte ya hollado por los pies del cuerpo de este hombre que, golpeando las teclas de un ordenador que en su día le fuera regalado, escribe y escribe, terrible condena, tirar una bola de palabras por una pendiente…y correr en descenso en su busca para subirla hasta la cima y desde ella dejarla caer…Dios, qué condena. Por qué bajar y subir, subir y bajar si yo no me llamo Sísifo y mi vida jamás será narrada como un acontecimiento mitológico…

 

Por cuestión de gravedad, el retorno a la villa nos lleva menos tiempo que la ida: la pendiente atrae; la cima, burlona, nos esquiva. Había, por mi parte, lo confieso, cierta prisa por el retorno, eso que llaman impaciencia. Y es que cuando la hora del partido del Portu se aproxima en las agujas de ese reloj que yo no porto más que nada por el lastre que supone soy presa de esa excitante curiosidad que enciende el deseo. Deseo. ¡Deseo tantas cosas…! Pero como lo que en mi vida, de un tiempo a esta parte, hay son habas contadas, acerquémonos a Urbieta que, después de un buen bacalao al pil-pil, no vendría nada mal, a mi bolsa, al menos, una ristra de pimientos, verdes, que dan fama a la villa foral…¿o será el nombre de Gernika el que carda la lana de la fama de los pimientos?…

 

El campo, como me las prometía, es de artificio, hablo del verde, que semeja hierba y yerba no es: son briznas de plástico pintarrajeadas donde el balón no encuentra acomodo, sino rechazo: hoy toca pelear lindando las alturas. Juego aéreo que no pillará por sorpresa a Javi Luaces, profeta que fue en esta tierra, casi adivino, como Nostradamus, señaló con su dedo índice la Segunda División y a punto estuvo de alcanzar esa luna añorada que, como poetiza Silvio, es misterio que engorda como adelgaza. Para asaltar la villa rival, viene con el equipo en cuadro. Claro que, visto el panorama de la liga, a lo mejor tanta baja acumulada se convierte en estímulo para una revolución. Hasta la victoria siempre, Comandante, y es como si se lo dijera al líder que, me susurran al oído, tiene los días contados. O las semanas, que son jornadas: once que serán diez al final de la partida. Más vale sacarle provecho al terreno que nos queda que lamentar tanto intento fallido. Y el terreno es éste, Urbieta, en el que la antigua Santa Lucía le agudiza la vista al mister de Busturia a fin de ubicar a Iturriaga como defensa central en ausencia de Pinilla y darle la titularidad a Jon Fornier en el lateral izquierdo como aquel que se lo juega todo a una carta de la baraja. Otiñano, ausente; Vidal, en la tribuna junto a Javi González; Mikel Moreno en el banquillo. Alberto, una vez más, es pulmón y corazón en el centro del campo. A su lado, más como ancla que como remo o motor, Gorka, que a mis ojos aparece cansado, son ya muchos años bregando, esclavo de un apellido que le exige trotar y trotar: “Voy camino Soria…” Allí se encuentra en la gloria, pero en Gernika, no, nunca segundas partes serán buenas para él que habrá de asistir a la segunda mitad desde la grada…

 

El primer acto resultó igualado, aunque, por aquello de que el ruido siempre se hace notar más que el discreto silencio de un juego aseado, pasará a la historia en crónica concisa que los locales estrellaron un balón en el poste; y que, cosa lógica, echaban el balón al piso con más premura que su oponente, y allí, raseándolo, percutían por las bandas, sobre todo la derecha, insistencia que habría de costarle el puesto al zurdo Fornier, que estrenaba titularidad. Sin él, con el bullicioso Elustondo en su lugar, nos quedará siempre la duda de si el Portu, poco a poco, se fue haciendo con las riendas del partido por los cambios (Moreno sustituyó a Soria) o porque el poder de su toque combinativo le iba haciendo gigante. Mas como obras son amores y no buenas razones, he aquí como Juanjo Clausí entra en escena sin saber muy bien el por qué de su protagonismo. El chico, que ha no mucho se quedó sin hijos ni compañera luego de que, arguyendo falta de adaptación a la tierra de los vascos, le abandonaran buscando el calor del centro de la península, sintiéndose, cómo no podría ser de otra manera, perdido y solo, tuvo, en primera instancia, la idea de tirarse al río. Sin embargo, al caer de inmediato en la cuenta de que, siendo invierno, las aguas bajan heladas, tiró por la calle del medio, se echó al hombro su manta, se tiró al monte, huyó, en fin, hacia delante y dijo en alta y clara voz: Salga el sol por donde quiera que yo no me muevo de Portugalete…Quizás, para enraizar tan pronto y profundo en nuestra villa, hayan tenido que ver mucho los versos del cancionero portugalujo…

 

El que bebe agua de la Canilla

Se remoja el garganchón

Y en Portugalete se apolilla

Sin razón, sin razón, sin razón…

 

No sé sin porque alguno de los amigos que se ha echado en la villa le han contado cosas de Gernika o por todo lo contrario: porque no sabía ni ubicarla en el mapa Bizkaia, pero el caso, sea lo uno, sea lo otro, es que el muchacho, que no tiene ya nada más precioso que perder, se apunta a un bombardeo. Como ya es sabido por la lectora que no uso reloj, hablo de memoria cuando digo que mediada la segunda mitad, y a pesar de los ruegos de sus compañeros pidiéndole que no mentara la soga casa del ahorcado, el chico, que en fútbol ha encontrado la medicina escasa, la más insuficiente para remediar su mente triste y compungida, partiendo de su teórica posición de extremo izquierdo, se desplazó en horizontal con el esférico fúsil pegado a su pierna zurda. Llegado a un punto en el que, muy cerca de la línea del área grande, la pelota y el palo corto se encontraban en una línea recta y vertical, le dio la impresión de oir voces, o tal vez una sola voz fuera la que le cantara: “Rosa, rosae…y también el valor de ti…Y el recuerdo final por los muertos de la última guerra civil”…Era Labordeta, el maño, el aragonés, que ha no mucho nos dejó llevándose a no sé donde todo su mundo en una mochila. Debió de callar el hombre en su cantar para que ejecutara el muchacho: con la derecha, sirviéndose del empeine interior, soltó un disparo que, aún no pareciéndome mortal de necesidad, sorprendió al arquero del Gernika. No me dio la impresión de que entrara el esférico por la escuadra, pero el chut fue de esos sobre los que se dice que el portero nada pudo hacer. Luego del beso en las mallas, los abrazos: corrió hacia la banda transportando en su cara una sonrisa para fundir su menudo cuerpo con ese otro más vigoroso, en apariencia, de Vaquero, delegado sin vacas, ni caballo, ni fúsil; y con su entrenador se entregó, también, a las carantoñas. Era tal el júbilo, que, ahora, jueves 17 de marzo, 07:56 horas, me pregunto si para tanta felicidad no sería doble la causa. La primera, con la fusta de su pie derecho, haber desbaratado el cambalache de cambistas y mercaderes que profanaron en templo jarrillero en la alameda de Las Llanas. La segunda, con su granada, con su bomba, con su misil, con su disparo, en fin, haber vengado a la manera de los deportistas aquel ataque vil de las hordas fascistas sobre la tierra que pisaba; haber apagado, de alguna manera, el odio que en la primavera del 37 desde el cielo cayó destruyendo casi todo lo viejo de la villa foral de Gernika. Cuyo Casa de Juntas, junto a mi presidente, recorrí en la previa: el árbol viejo, el árbol joven; lo muerto y fosilizado…y la sabia nueva que a no mucho tardar dará tantos y buenos frutos como auguraba el bardo Iparragirre…

En día tan señalado, con uno, el de Clausí, debería haber bastado; con su zapatito, haber vuelto el hijo pródigo a la casa del padre luego de la caída del templo y el regreso al hogar tras tanta bellota compartida con los cerdos. Pero no. Era en Gernika, no lo olvidemos, y los hijos de los mártires aún tenían algo que decir…Estaba a punto el “referee” de soplar por el boquete de su silbato al modo que tienen los árbitros de decir a la concurrencia “Todo se ha consumado”, cuando la pelota, colocada en el cuarto de circunferencia de la esquina que quedaba más alejada de mis ojos cuando miraba a la izquierda, cual bola inteligente que despega, o loco meteorito que, desde el caos de su locura no procura sino daño, cuando el balón, decía, despegó trazando una muy leve diagonal que no consiguió alejarse apenas del área pequeña una vez entrada en ella. No volaba muy alto el cuero; yo diría que no más que la testa más baja de todos aquellos futbolistas que se afanaban, cada uno en lo suyo: yo remato, si me dejas; yo despejo, si es que tu antes no te me anticipas. Y de entre todo lo posible, lo peor. El miedo que yo sentía ante la que habría de ser la última acción del partido tenía mucho fundamento. Murphy vino al rescate del necesitado y a nosotros nos hundió: “Si en la última jugada de estrategia el rival te puede matar, lo hará” Y lo hizo. No sé ni quién ni por qué pudo rematar tan solo aquello que era no más que un pequeño árbol en un bosque frondoso. Joven, bajo, frágil…pero de roble la testa del rematador que contactó con el cuero para alojarlo en las mallas. ¿Alojarlo he dicho como si quisiera repetir lo ya tan manido del beso en la red? De eso nada. Violento fue el cabezazo, como si ellos también pidieran justicia para sus mayores muertos. En vez de este artículo, podría haber presentado una denuncia en toda regla argumentando malos tratos a la piel de cuero y evidente violación. Pero no lo haré, convencido, como estoy, de que las metáforas están condenadas a caer en el fondo de un saco mustio y roto. Mejor si dejamos las cosas como están. Dolió, un poso de amargura e impotencia me dejó ese gol cuando ya ni tiempo había porque el árbitro se había empezado a aflojar la correa que en su muñeca sostenía el cronómetro, de Cronos, dios del tiempo; de metro, medir. Si como yo hago, el trencilla no se hubiera servido de reloj, si no de su sentido del tiempo, a estas horas estaría hablando de victoria nuestra y no de empate. Aunque, tomando en cuenta el cuándo, domingo, día del sol, y el dónde, villa foral de Gernika por Franco martirizada, quizás la igualada sea lo más justo y humano. Iguálense las tropas. Banderas blancas al viento. Hágase la paz. Y la paz, aunque necesitada de días, se ha hecho en mi corazón…

 

Jueves. 17 de marzo de 2011. 08: 34. Hoy me he levantado a las siete cuarto de la mañana. Ese reloj biológico que todos llevamos dentro sin meter ruido ha sonado y me he despertado. Ayer, que no deja de ser hoy porque me acosté más allá de la media noche, dejé para hoy lo que no me apetecía hacer entonces. Y, aunque conclusa loa crónica, otra más, me sigue sin apetecer. Más que placer, es para mí un castigo la escritura. Si Milan Kundera, en uno de sus ensayos novelísticos, sostenía que orinar en la naturaleza era como prometerle a la tierra que un día regresaríamos a ella por entero, escribir un artículo tras cada partido del Portugalete es, aunque terrible me resulte decirlo, prometerle a la muerte que un día le entregaremos nuestra vida por entero y sin contraprestaciones….

 

Sin embargo, mientras mis ojos se sigan abriendo cada mañana, siempre que haya un despertar, me aferraré a ese clavo ardiendo de la promesa de un presidente. Ese que, paseando por la villa foral de Gernika, en los prolegómenos del banquete que, dislocando el tiempo, precedió al rito del partido del domingo, Ese decía, o sea Amable, que me dijo que le habían dicho, prometido, asegurado, que, entre el Instituto más alto y el caserón de los Gorbea, en esa estrecha línea que separa mi Florida natal de su Vicíos mil veces nominado, se alzaría el nuevo templo una vez extinto el viejo y municipal. La Florida. Ojala que la vida, cuando el coqueto estadio esté erigido, nos pille trajinando sobre la tierra y no soterrados; mentes sanas en cuerpos sanos…y no, sobre la tierra, cuerpos tendidos al sol como sábanas blancas después del amor. Si muertos, hacia abajo miraremos; si vivos, acomodados en el recinto de cuyo nombre no puedo acordarme porque aún no ha llegado el día feliz,…AL LEVANTAR LA VISTA, VEREMOS UN LETRERO MUY LUMINOSO EN EL QUE PONGA SEGUNDA DIVISIÓN. Si será la A o la B la letra del apellido, la categoría ya conocida o la ignota, es un tema de debate, o quizás simplemente de ilusión. Un día, si queréis, reabierto el Metro de Justo Martínez y Puri, la vieja tasca de la Rantxe, degustando gazpatxos y pinchos “de todo” en torno a una mesa de madera restregada por las rudas cerdas de un cepillo, hablamos de ello: de si queremos seguir viajando entre la tormenta después de la explosión de dios…o ser estrella perenne brillando en el firmamento.

 

 

09: 03 de la mañana del jueves 17 de marzo de 2011. Casa de los Sueños. Grumete Diego, La Florida…

 

Firmado: Luis María Pérez García, “Luis”, futbolista, ayer, hoy y siempre, del Club Portugalete.