PÍRRICA VICTORIA
Como el que ningún delito ha cometido nada malo tiene que temer, cuando, a eso de las diez y media de la mañana siguiente a la noche de la “victoria” frente al Getafe, Xabier Murua empezó a cerrar los ojos, no sabía que le estaban matando…
Como a Mario Angel Marrodán le sucedió al de `poco del glorioso ascenso a costa del endeble Utebo, a Javi Morua la proeza de su equipo le había costado la vida. Nacer conlleva morir, es un hecho irrefutable. De ahí que la vida, en todos y en cada uno de los casos, no es sino la “Crónica de una muerte anunciada”. Que cobra mayor relevancia, si cabe, cuando la novela la escribe un “tal” García Márquez a base de un incauto Santiago Nasar que camina con la espalda descubierta a pesar de que todo su pueblo sabe que los hermanos Vicario están afilando los cuchillos del asesinato en un carnicería. Dicen que, en el caso que nos ocupa, fue el cáncer el que le mató, como si decir cáncer fuera un sujeto inocente. Seamos serios y digamos la verdad: Vivir es el más grave de todos los accidentes, nadie se salva; vivir es una manera de escoger el tipo de muerte que queremos…Unos tienen lepra. A otros se les taponan los riñones. Los bebedores convierten su hígado en un pellejo de vino. Hay quien orina sangre…Y una gran mayoría tiene cáncer. Murua lo tenía. El asesino que lo habría de matar en la mañana del jueves 28 de octubre llevaba cerca de dos años planificando el magnicidio en el invisible escondite de sus propia entrañas. Hasta que decidió pasar a la acción. Su hermano creyó ver a alguien que lo seguía y decidió ponerlo a salvo en el hospital de Cruces. Como la persecución continuaba, lo trasladó a su propia casa. Y de ella, a Santa Marina. En las numerosa ocasiones que yo le visité para darle, al menos, el aliciente de mi presencia y el calor de mis manos, en todas ellas me decía el bueno de Xabier. “Quién me iba a decir a mí hace veinte años que yo iba a estar ahora y aquí, así, en estas condiciones…¿Qué me pasa, Luis, qué tengo?…Y yo, compinchado con su hermano José Angel, mi iba por los cerros de Ubeda (donde en verdad estuve en compañía de mi amada)…”Te estás recuperando, Xabier, para que cuando llegue el momento y el Portu te necesite, tú puedas estar, como en los días de gloria, a su lado…”
Y estuvo. Escuchó el Portu-Getafe por la radio. Fue el último servicio que le hizo a su equipo más querido, al que amaba con locura. La suya. Intransferible…Cuando el viernes, en la Basílica de Santa María, luego de las monsergas (perdóneme el cielo) de rigor del sacerdote de guardia, las viejas glorias del Club Portugalete lo sacaban a la calle oculto en un féretro, yo no lloré. Me sentía en paz con él y conmigo mismo luego de que por la mañana su hermano hubiera tenido la preciosa deferencia de colocar sobre su pecho mi rosa amarilla y, en especial, la camiseta oro y hulla, número 10, que yo, “Luis”, en mis años de gloria vestí con tanto amor y tanto sudor vertido…
Dos días después, domingo 31 de octubre, antes de dar comienzo en La Florida el trascendental Portu-Gernika, unos 750 aficionados (según el Correo, y yo, entre ellos), 1000 al parecer de un Iñaki Bengoa que, de un tiempo a esta parte, como mal periodista, de oídas escribe en el Deia…, guardamos silencio durante ese minuto que, otorgado por la Federación, le regalaba el Club Portugalete. Silencio roto por los aplausos. Esa ovación que sólo deberían escuchar los que se han entregado en vida y alma a la entidad. Xabier Murua era uno de ellos. Así lo entendió la directiva que, como no podría haber sido de otra manera, colgó a la salida de los vestuarios una pancarta que rezaba: “GRACIAS, JAVI MORUA: ¡SIEMPRE CON EL PORTU!”…Los jugadores, por su parte, que ya habían firmado debajo de la proclama, saltaron al verde con una especie de sábana santa en la que leí: “ESKERRIK ASKO, AFCIÓN; ¡AUPA EL PORTU!”…
Con respecto al partido en sí, que trataré de despachar como un torero cobarde a un astado que no le da juego (perdonen la metáfora; jamás pensé que de ella me serviría siendo, como soy, un defensor de la fiera y un detractor del mal llamado y odiado “maestro”)…confieso que lo afrontaba inquieto, con la mosca detrás de la oreja zumbándome eso tan manido, pero cierto, de que después de una noche de dulces copas suele amanecer con los festejantes aquejados de una seria resaca. No fue el caso, aunque, a fuer de ser sinceros, me daba la impresión de que los jugadores, a pesar de la “limpieza” por razones de higiene a la hora de rendir y dar el callo, acusaban las numerosas horas de sueño, o, quizás al contrario, el poco tiempo dormido en descanso…Aunque soy de esos que siempre salen a ganar y que ganar siempre esperan a pesar del enorme respeto que me merece el contrario, al mismo tiempo soy un miedoso. Y así, fui presa de la incertidumbre hasta que Gondra, el mejor del partido, sin duda (cada día me maravilla más este muchacho con su elegancia), superada la media hora, aprovechó un pase de Goiria (“un error de comunicación de la defensa visitante”, según F. López del Correo), eso me dijeron, para, superada levemente la raya del área grande, escorado ligeramente a su izquierda, disparar un tanto mordido con su zurda y “hacer inútil”, como dice el argot, la “desesperada salida” del meta Altamira, viejo nombre de cueva; portero de miras altas, como todos, si es que aspiran a defender algún día la meta que vigila el cancerbero (mitológicamente mal llamado, ya que el can Cerbero, guardián del Averno, prohíbe la salida, pero permite la entrada) del equipo más deseado, Gorka Iraizoz se llama; el Athletic es el equipo…
Hasta el tanto, así como los minutos que siguieron antes del pitido arbitral señalando el fin de la primera parte, el Gernika fue un convidado casi de piedra que, condicionado por la fatalidad que supone enfrentarse al que fuera su mayor benefactor (a puntito estuvo de colocarle en la Segunda B nuestro mister Javi Luaces), se mostró timorato, dubitativo, como si en verdad no quisiera talar con su goles el árbol portugalujo que no llegó a caer (al contrario: se le ve notablemente fortalecido) en la Copa; como si no quisieran amargar sus futbolistas el dulce sabor que permanecía en los exquisitos paladares jarrilleros: “Bastante tienen –les daría por pensar- con el caliz de hiel que el cielo ha querido que pase por sus bocas; buen tipo debería ser el tal Murua para enmudecer la Florida con tanto respeto”…El Portu, por su parte, bien administrado por su médico de cabecera, daba la impresión de tomarse el partido como un entrenamiento de recuperación. Para ello, el diseño a conciencia de ir bajando poco a poco la vertiginosa velocidad, la tremenda intensidad, el ritmo loco, el esfuerzo, en fin, sin medida…Y desde el punto de vista de la creación, de la invención, de las maneras de lujo, rebajar la presión del intelecto, de la conciencia, de la más pura intuición. Y es que, lo digo por mi propia experiencia de jugador del Portugalete, a todo jugador, y por tanto a su equipo, le resulta científicamente imposible completar dos partidos seguidos al modo de como se actuó la noche del Getafe. Diré más: tirando de mi ejemplo, a veces era incapaz de, habiéndome ido al descanso luego de completar una primera parte fabulosa, jugar una segunda parte mínimamente decente. Ese fue mi talón de Aquiles: la irregularidad. Otro gallo habría cantado si hubiera tenido la fuerza mental de un Miguel de Andrés. Me lo decían los compañeros: “Si no estás más arriba es porque tú no quieres”…Me lo dijo Zamora, mi entrenador (aquel eterno suplente de Iribar): “Antes de que lleguen las Navidades, te llevaré a Alicante para que hagas una prueba con el Hércules…Lástima que antes de que llegara la fecha, el bueno de Zamorita entregara la cuchara aún dejando al equipo en la mitad de la tabla…
Más volvamos al presente, del que vive esta crónica, y olvidemos mi pasado del que sólo vivo yo y aquellos que bien me recuerdan y tanto me quieren…Y digamos que, refiriéndonos al Gernika, quizás no era bondad ese no hacernos el mínimo daño…sino una manera lenta, pausada, un tanto “zángana” de entender el fútbol. De todo su juego, me quedo con lo único memorable que me ofrecieron: el partidazo que se marcó un chico, cuyo nombre no apunté (discúlpenme el olvido), que tenía maneras muy similares a nuestro Marcos Gondra. Alto y zurdo como él, dirigió a su equipo desde la medular…y se permitió licencias tales como llegar al área con la pelota pegadita a su pie creando dentro de ella la zozobra a base de una muy buena conducción y preciosos recortes y regateos. Más allá de él, la vulgaridad, casi la nada. Cuando en la segunda parte, viendo el panorama tan negro que pintaba para ellos, decidieron irse hacia delante, resulta que, aunque en apariencia querían, jamás pudieron. Y hasta, desesperados, así el entrenador como sus jugadores por él revolucionados, tomaron la bélica decisión de empezar a quemar naves. Gabilondo, en el 76 de la batalla que se habían montado, fue fulminado por dos bombas amarillas que le cayeron seguidas. El sabrá. En el 85, fue Asier Sánchez el que se hizo la víctima para, así, pasar a los anales como el mártir del partido. Le salio mal a Jonathan Ledesma, ex del Retuerto, su estrategia…
Volviendo a mi equipo, el Portu (ya dije en su día que un periodista que vistió la gualdinegra -como yo- ni puede ni debe ser objetivo: su función es remar con todos…y sacar a flote el bote cuando éste se hunde)…, declaro que fue este partido el paradigma del ahorro y la sobriedad. Dejando muy claro que este equipo está confeccionado a partir de una plantilla de lujo, muy capacitada, como quedó en evidencia mediante la exhibición nocturna frente al Getafe, el partido que le midió al “Gerni” me dio toda impresión de ser el paradigma de la ley del mínimo esfuerzo y la discreción. Javi Luaces, emperador de un imperio poderoso, decidió mandar unos cuantos “legados” al campamento de los de la Villa Foral para, con la excusa de informar de sus moderadas intenciones, sabotear la línea de contención hasta reventar la portería con saña. Mientras, cauteloso, dejaba atrás el grueso de sus legiones a fin de que guardaran debidamente su viña. Y le salió bien: ataques pausados con pocos elementos a fin de mantener la portería a cero…
Para que este equipo tenga buenas digestiones cada vez que se empacha de su fútbol de alta escuela, para que goce, en verdad, de buena salud, no le viene bien la alternancia reiterativa de estreñimientos crónicos, técnicamente llamados “sequía goleadora”, con las diarreas ocasionales o “goleadas escandalosas” como la de San Jorge. Este equipo tiene gol, muchos y muy bellos, pero sabiamente guardado en el cofre de Javi Luaces. Por una causa y por otra, yo diría que por falta de acierto, el equipo, aunque tiene mucha fibra en el cuerpo, no funciona con regularidad. Como su “médico de cabecera”, sirviéndome de estas líneas, le recomiendo que haga todos los esfuerzos a fin de conseguir ir al baño de la portería rival (esa que siempre queda al fondo y en el fondo de las redes) dos veces como media por partido. Un dos a cero, el resultado ideal para todos los entrenadores. El que reflejó el marcador al final de la contienda. Mas como en esta crónica tan sólo ha tenido reflejo el primero, obra de Gondra en el 35 de la primera mitad, convirtiendo su cronómetro en reloj, giremos a la derecha la aguja larga y fina del medidor de tiempo del colegiado. Para, así, alcanzado el minuto 89, gozar de una más de las maravillas que, desde que decidió quedarse con nosotros, obsequiándonos así con el encanto de su presencia, nos viene regalando Javi González…Este hombre, que, con el mimo que dedica a todos sus golpeos, todo lo que hace parece nacer de la estrategia, tocó, una vez más con elegancia, sutileza y , sobre todo, precisión, la pelota con el empeine interior de su pie derecho a fin de que llegara al segundo palo, en las entrañas del área rival. Y como allí estaba Etxabe , y el que centró bien que lo sabía, el titán de Mallona, que había aguantado fresco el partido luego del descanso del guerrero en el partido de Copa, no tuvo más que ofrecer su testa al balón para que en ella golpeara a fin de ser alojado en el fondo de las mallas. Consumado el tanto, alguien interrogó a mi lado de la siguiente manera: “¿Qué haremos el día en que Javi González nos falte?”, cuestión que deja al descubierto el papel estelar que “Mac Arthur” desempeña en esta película de intriga en que se ha convertido, de la pasada temporada a esta parte, la liga del Portugalete. Malos comienzos, como los quiere “el gitano” de Zorrotza (así se le llamaba cariñosamente cuando vestía de león). Empezar en la cola para terminar en la cabeza. Así fue…y así será. Gracias a que la defensa (ya que aquí se ha hablado de estreñimiento y diarrea), 5 goles tan sólo recibidos, no la está cagando porque la portería está guardada con mucho celo por esa señora de los lavabos llamada Urko Macías.
Y aquí se acaba esta triste y emotiva “Crónica de una muerte anunciada”. Que termina como empezó: ese secreto a voces que era la muerte de Xabier Murua. Y al que no le guste el final, yo le ofrezco otro desenlace…
…”Cuando Gondrá encajó el primer gol a los ex pupilos de Luaces, el goleador, acompañado de Pinilla, Aguiar y Goiria (según lo denuncia la fotografía del Correo) se dirigío al corner de los vestuarios. Alcanzada la valla, se detuvieron. Y en vez de alzar su mirada y señalar con el dedo índice la pancarta en homenaje a Javi Morua que colgaba desde la balconada de la azotea como una sábana blanca después del amor, se estrecharon cariñosamente al homenajeado. Y no en sentido metafóricamente figurado, sino en toda su literalidad. Para abrazarle, tuvieron que agacharse levemente porque el hombre que se creía muerto, luego de resucitado, había menguado notablemente. Más bajo, pero sin renunciar a su humanidad gigante; de menor estatura pero conservando su bondadoso corazón. Murua no ha muerto. Sigue entre nosotros, vivito y coleando como se dice. Tan sólo ha cambiado de nombre para que de ahora en adelante no se le atosigue. Murua sigue vivo. Se llama José Angel.
Nota del editor: El título, “Pírrica victoria”, nada tiene que ver, como muchos, equivocadamente, siguen creyendo, con la hipotética pobreza del partido, ni, mucho menos, con el resultado. Me explico. “Pirro: rey de Epiro que ganó a los romanos en Asculum con graves pérdidas en su propio ejército. Adj. Dícese del triunfo obtenido con más daños del vencedor que del vencido”. El que crea que el Portu, tras la muerte anunciada de su símbolo más preciado, no estaba condenado a terminar la batalla más dañado que el vencido Gernika (escuadra que tan sólo perdió dos elementos; los puntos no los perdió, tan sólo no supo ganarlos)…es que no conoce el alcance del daño que ha supuesto la muerte de “Javi Morua”.
En Sopelana, a las 18 horas y 10 minutos del viernes, día 5 de noviembre del año 2010
Firmado: Luis Marí Pérez García, “Luis”, futbolista (en sus días) del Club Portugalete
Mail: samuagez@yahoo.es