Si entre los que asistimos a La Florida a santificar los  domingos y los que, cuando las Circunstancias del Yo lo permiten, viajamos a tierra extraña hubiera algún incauto, como yo, estúpido viejo que se empeña en asar la manteca, imitador de ese tal Abundio que fue a vendimiar y se llevó en el atillo uvas de postre; si hubiera alguien, en fin, tan cándido como ese niño de mantos que regala una sonrisa a una vida que lo acabará matando; si por un casual, en este mundo tan cruel alguien como yo, por cuyas venas corre vertiginosa la sangre negra y amarilla, creyera aún que los Reyes Magos son tres y el tercero es negro, en Las Llanas, gente con mala baba como Aketxe y el popular Basagoiti nos dejaron bien clarito que los reyes son los Padres. Unos padres desarraigados que tuvieron hijos por inercia, no más que por el efecto de la causa de un deseo carnal, o de un calentón. Son reyes, pero hacen dejación de sus deberes. Y en su malvivir nos privan de la ternura y el cariño de los besos, las caricias y los abrazos. Son crueles a veces los padres. A nosotros, por ejemplo, que tan bien nos venimos portando con nuestro equipo desde que hace ciento dos años naciera, tuvieron el perverso  detalle de dejarnos carbón en la casa de los tíos de Sestao.. Duro carbón al que no hay diente que le hinque, ya por su dureza, ya por su extremo amargor…

Deshecha la magia, hecha añicos la metáfora más acertada de la ilusión, qué nos queda en el resto de los días que nos quedan por vivir que no sea deambular como fantasmas –incorpóreos y sin alma; tan sólo sombras- por una tierra hostil. Nómadas que, como este que escribe, se van al monte, a la cumbre del monte, luego de caminar pisando nieve por la Senda Negra que lo deposita a los pies del Tologorri. Y desde el también llamado Iturrigorri, bordear sin trampa alguna la sierra Salbada hasta alcanzar el mirador del monte Urieta: abajo, el valle, precioso, caída a plomo paralela a los farallones que unos ojos recorren hasta reposar en la yerba que no hay sol que la seque porque, sabido es, de lágrimas es el valle…

Aún así, es tal el instinto de supervivencia que el ser humano posee en relación a la esperanza, que el domingo, luego de haber pateado el día anterior la nevada sierra durante doce horas seguidas, con los gemelos a punto de reventar por los cristales de las agujetas, salvé con un cierto dolor la pendiente para intentar renacer en el campo de “las flores”. Es lo que hay. La vida sigue. Y como el refrán no ceja en señalar que a la existencia le es inherente la esperanza, allá vamos todos, fieles, crédulos, o quizás para que el hermano de la Salle no nos ponga falta en la hoja de asistencias a la misa. Y al salir a escena los celebrantes, lo nunca visto, lo nunca oído, música de viento, y no la de la banda tocando la Diana del día de la Patrona, sino la de los pitos, la de los silbidos, la de los abucheos, amonestación muy merecida, y en leve se quedó porque esta afición no quería hacer leña del árbol caído ni que del boquete de la herida abierta la semana pasada  la sangre brotara a borbotones…

“Marzo lluvioso y abril ventoso sacan a mayo florido y hermoso”, refleja el refranero. Y sin embargo, en el día séptimo del tercer mes del año, encima de la verde y cuidada hierba de La Florida, el techo de nuestra morada era de ese color tan límpido y bello que le llaman celeste. Y del firmamento, como lámpara que colgara, un sol que se había colado de rondón en el invierno, que hubiera recorrido veloz la primavera hasta alumbrar el verano, también llamado estío…¿Estío he dicho?…¿No será, visto lo visto, el hastío la estación del año en la que vivimos?. Y es que hastiada está la afición. Luego de que Javi Luaces y el resto de las personas que se den por aludidas derruyeran el templo, el oro y el moro se nos prometió; en fin, esa tierra prometida donde los ríos que la recorren son de purísima leche dulcificada por la miel. No hay templo a día de hoy; a lo más una casucha donde, impúdicos, trajinan los mercaderes y los cambistas. Si Dios bajara por segunda vez a la tierra disfrazado de su hijo Jesús, se volvería a enfurecer contemplando tanto desatino, e, iracundo, desbarataría este cambalache en el que han convertido la “Casa de mi Padre”, esa que, como vehementemente poetizaba Gabriel Aresti, se debería haber defendido aún en ausencia de manos debido a la mutilación por malicia o accidente…

Repasamos el tópico y leemos que errar es de humanos y de sabios rectificar. Pero cuando subsanar equivocaciones resulta tarea imposible, el pueblo, hastiado, se enfurece y de oro viste un becerro de barro. Si a Joaquín Sabina le robaron un mal día el mes de abril, a nosotros, jarilleros siempre y en todo lugar aunque seamos abstemios, nos han usurpado toda esta temporada en la que tantas ilusiones habíamos depositado. Hastío, que es lo mismo que decir hartazgo. Harta está la gente. Niños y niñas a los que un caramelo se les puso a la puerta de sus bocas y la golosina, al igual que le sucediera al trovador cubano con su Unicornio azul, ha volado: a otro pueblo, a otro barrio, a la puerta de un templo de oro edificado en el que sirva para endulzar las bocas de la chavalería de un  bautizo…

No hay reyes magos que oficien en un templo. No hay ilusión. Nos han robado la esperanza. Y sin ella, ya se sabe, no hay vida. O la sigue habiendo, pero carente de sentido. De dónde venimos ya lo sabemos. Pero quiénes somos y adónde vamos son cuestiones que a día de hoy, al menos a mí, se me escapan. Puesto en lo peor, y haciéndole caso a Fernando Pessoa, dormíamos en la posada cuando en plena noche se plantó junto a la puerta la diligencia. Subimos a ella –a la fuerza ahorcan-…y en este preciso momento en el que estas cosas estoy escribiendo (cuatro minutos más allá de las tres de la tarde del lunes posterior a tan pobre domingo) el carromato, con nosotros dentro, del todo indiferentes, desde el momento de la partida, al espectáculo, al circo, al teatro, al fútbol, en fin, de nuestro amadísimo Portugalete que la vida, dañina e inmisericorde, ha puesto delante de nuestros ojos, el carromato, decía, la diligencia, a la velocidad de la luz de cada domingo, viaja sin remedio hacia el abismo. Inhóspito lugar donde habitan la indiferencia, la desilusión y el hastío.

Post-scriptum: Aunque no lo parezca, todas estas palabras mías han conformado un artículo de fútbol. Del fútbol de mi Club Portugalete. De ese equipo que ayer, domingo 7 de marzo, vagó como alma en pena sobre el tapete de La Florida. Por si para la afición pasó inadvertido, sea dicho que nuestros jugadores llevaban, todos ellos, la marca negra de Caín pintada en la frente. Esa marca con la que dios, también llamado el señor, señala a aquellos seres para los que tiene diseñada una vida insulsa y triste. Vagar, cual nómadas expulsados del Paraíso, por un mundo hostil con el único consuelo de saber que  su muerte será natural, nunca violenta, allá cuando en el horizonte se atisben las puertas del Estío.

 

Grumete Diego. La Florida. 8 de marzo de 2011.

Firmado: “Luis”, jugador, siempre, del Club Portugalete.